jueves, 14 de febrero de 2013

SAN VALENTIN

Relacionar el Día del Amor con san Valentín se debe, según la Iglesia católica, a que una tradición afirma que en la época en que vivió este santo, el emperador romano prohibía a los soldados contraer matrimonio.
Según creía, la soltería los hacía más bélicos y combativos en las batallas; no obstante esta prohibición, san Valentín llevaba a cabo en secreto la celebración del matrimonio para los soldados.
Por otra parte, los estudiosos de las aves afirman que en el hemisferio norte algunos de estos animales alados comienzan a emparejarse el 14 de febrero, por lo que al celebrarse en esta fecha a san Valentín, se le convirtió en patrono de las parejas.


El día de San Valentín, un mártir cuyo aniversario la Iglesia católica dejó de celebrar a partir de 1969 por dudar de su identidad e incluso de su existencia.
En las más antiguas listas de mártires, confeccionadas en los primeros siglos de la era cristiana, figuran por lo menos tres santos de nombre Valentín: dos obispos que fueron sepultados en diferentes lugares de la Vía Flaminia, de Roma, y un tercero que habría sido torturado y muerto en África; todos ellos recordados el 14 de febrero.

Los autores de la Enciclopedia Católica afirman que los datos que han llegado hasta nosotros sobre estos tres supuestos mártires "carecen de valor histórico" por ser escasos, insuficientemente fundamentados y de fecha muy posterior al tiempo en que se presume que hayan vivido.

A lo largo de los siglos, estos tres Valentines se fueron unificando en la memoria popular dando lugar a un personaje, una historia y una tradición que no cesaron de enriquecerse a lo largo de los siglos, hasta constituirse en una leyenda sobre alguien que, tal como se lo recuerda hoy, jamás existió.

Pero la fiesta de san Valentín es mucho más antigua que el propio cristianismo: se enlaza con las fiestas lupercales del Imperio Romano, rituales paganos en homenaje a Fauno Luperco (de 'lupus', lobo, Pan para los griegos) que protegía a los pastores y los rebaños, y que se celebraban el 15 de febrero de cada año, cinco semanas antes del comienzo de la primavera.
 
 
Un artículo publicado este día en la página electrónica de la Arquidiócesis de México señala que según la tradición, Valentín (cuyo nombre significa valiente o valeroso), vivió en Italia en el siglo III, fue ordenado sacerdote y posteriormente obispo de Terni, en la región de Umbría, Italia.

En esos tiempos, el Imperio Romano perseguía a los cristianos y castigaba con la pena de muerte a quienes profesaran esta fe, no obstante Valentín arriesgaba su vida valientemente predicando y enseñando el evangelio de Jesucristo en toda la región.

En cierta ocasión que curó de forma inexplicable a varios enfermos de la peste, su fama se extendió y fue invitado a Roma para curar al hijo inválido de un alto funcionario romano, milagro que posteriormente llevó a que éste y su familia se hicieran bautizar.

Sin embargo cuando el acontecimiento se hizo público, las autoridades aprehendieron a Valentín, y tras un breve juicio lo condenaron a morir decapitado. El año de su martirio puede ser el 269, 273 o 280 después de Cristo. Sus reliquias fueron robadas del lugar donde se le veneraba en 1979.
Algunos estudiosos de la hagiografía (estudio de los santos) sostienen que se ha reunido en un solo santo (San Valentín) la vida de dos personas con el mismo nombre: un sacerdote y un obispo.

Otros investigadores, como los bolandistas (miembros de la Iglesia católica dedicados a investigar sobre los santos), opinan que el obispo y el sacerdote Valentín son la misma persona.

Los restos de San Valentín están en la Basílica de su mismo nombre en la ciudad de Terni, Italia. Cada 14 de febrero, para recordarlo, se celebra una ceremonia en la que toman parte diferentes parejas que prometen unirse en matrimonio al año siguiente.

 
Cupido es uno de los símbolos de San Valentín, niño alado y armado con arco y flechas que son disparadas a lo largo y ancho del mundo, provocando que se enamoren profundamente todos los gentiles. Algunas veces lleva una venda en los ojos, pues el amor es ciego. En la antigua Grecia Cupido era conocido como Eros, el hijo joven de Afrodita la diosa del amor, la belleza y la fertilidad. Para los romanos Cupido es el dios del amor hijo de Venus y de Marte, dios de la guerra. En la antigua Roma por estas fechas se adoraba a Eros. En Inglaterra probablemente en los siglos XVII y XVIII se realizaba la "fiesta de los “Valentines", hombres y mujeres se reunían para elegir pareja.

Muchos piensan que San Valentín se celebra desde hace poco y que surgió por el interés de los grandes centros comerciales, pero su origen se remonta a la época del Imperio Romano.

Como cada 14 de febrero, en México se festeja el Día de San Valentín o el Día del Amor y la Amistad, mientras que en Francia, Bélgica, España, Gran Bretaña y Estados Unidos a esta fecha se le conoce como el Día de los enamorados.

El Día de San Valentín es una celebración tradicional de países anglosajones que se ha ido implantando en otros países a lo largo del siglo XX principalmente en la que las parejas de enamorados expresan su amor y cariño mutuamente. Se celebra el 14 de febrero, onomástico de San Valentín. En algunos países se conoce como Día de los Enamorados y en otros como Día del Amor y la Amistad.

En Angloamérica hacia 1840, Esther A. Howland comenzó a vender las primeras tarjetas postales masivas de San Valentín, conocidas como «valentines», con símbolos como la forma del corazón o de Cupido, aunque con el auge de Internet se ha extendido la costumbre de intercambiar postales virtuales. También en este día es común la tradición de regalar rosas a aquellas personas a las que se tiene un especial afecto.

domingo, 3 de febrero de 2013

El Puente del Diablo

LEYENDA DE TAXCO, GUERRERO


Amor, palabra mágica que desquicia el pensamiento humano haciendo que el hombre tímido y cobarde, se vuelva valiente, el valiente arrojado, y el arrojado, audaz en el amor.

La leyenda cuenta que hace cientos de años existía en los vericuetos de una de las barrancas de Taxco, un matrimonio indígena que, no obstante su ignorancia, creía en la existencia de un ser superior a sus dioses, ese matrimonio se componía de cinco hijos, siendo el primogénito Juan, quien a sus diecisiete primaveras sentía latir su corazón y hervir su sangre por el amor de una doncella bronceada por el sol y templada en los quehaceres domésticos. Ambos se conocían a pesar de que el uno vivía a un lado de la barranca y la otra al lado opuesto. El amor no se hizo esperar y vino el idilio en medio del más riguroso sigilo por temor a los padres. El indígena enamorado tenia que atravesar la barranca a cada cita de amor, pisando con mucho cuidado sobre lasa piedras que formaban el tepanole para no resbalar, ya que la oscuridad de la noche hacia mas difícil la travesía para llegar a la amada.

Los intervalos del tiempo que sucedían eran aprovechados para decirse cosas bonitas, cosas de amor, cada vez que el amado tenía la dicha de atravesar el barranco, en medio de la densa oscuridad de la noche.


En una de tantas travesías y al borde del barranco por donde pasaba, estaba sentado sobre una piedra, un apuesto mancebo vestido a la usanza de la época. Quien al venir a Juan, se levanto saludándolo por su nombre, asombrado Juan, le pregunto ¿Quién eres tu y como te llamas? Contestando con mucha cortesía el desconocido dijo: soy tu amigo, quiero ayudarte a pasar esta barranca tan oscura. Juan le dijo: ¿en que más puedes ayudarme? Y el amigo contesto: soy poderoso y colgare un puente para que pasemos los dos. Inmediatamente apareció un puente colgante. Vente, te acompaño a pasar, le dijo y ambos se dirigieron al lugar. Juan llego hasta donde lo esperaba la enamorada novia. El, nervioso e inquieto mas de lo acostumbrado, sentía que su corazón daba vuelcos por una incertidumbre interior, y pronto se despidió de ella encaminando sus pasos hacia el puente.


Allí sentado lo esperaba su amigo. Siempre afectuoso y atento, quien aprovechando cualquier movimiento de Juan, ya que no podía penetrar su pensamiento, pero si sus acciones, volvió a interrogarle ¿quieres que te siga ayudando, ya que te he escogido para mi amigo? Lo haré, pero eso si, necesito de ti una recompensa y será que el primer hijo de tu matrimonio me lo des en cuerpo y alma. Ante tal petición, Juan se estremeció. No te extrañes, dijo el mancebo, dame un abrazo en señal de compromiso y yo quedare estampado en tu propio cuerpo, ya que no sabes escribir, para que lo hicieras con tu propia sangre. Retrocedió el indígena quien en ese instante se acordó e hizo lo que el fraile misionero le había enseñado: tembloroso y agitado hizo la señal de la cruz. Instantáneamente el diablo, que era el mancebo que lo acompañaba, se hundió en el abismo de la oscuridad, crujió el puente y todo quedo en la nada, solo permaneció un pestilente olor a pólvora y azufre quemado.

Solo Juan y el barranco fueron testigos de esta leyenda. Hoy, el puente de navarro, en aquel entonces, anonimato del lugar.

FUENTE: http://mexico.taxco-pueblomagico.com/?p=649

El Platero Siniestro de Taxco

LEYENDA DE TAXCO, GUERRERO


Se iniciaban los tiempos en que se descubrían las vetas de plata, casi a flor de tierra, se descubría la riqueza en las profundidades de la tierra, la explotación atrajo a todo tipo de gentes, algunas bien intencionadas y con miras al progreso, otras mas a la explotación y despojo de los que mas tenían.Así fue como llego un extraño personaje a lo progresista población de Taxco, donde todo era como una bendición, riqueza en sus paisajes y gente, una tarde después de ardua labor del descubriendo de vestigios de plata. Celebraban jubilosos tal acontecimiento, cuando algo extraño distrajo su atención, vieron a lo lejos venir a un hombre de gran estatura, una larga cicatriz le cruzaba el rostro, vestía ropas desgarradas, cayo de bruces, alargando su brazo solicito ayuda, los labios secos, los mineros solícitamente lo ayudaron. Le acercaron un recipiente con agua, lo reconfortaron con alimentos. Lo que nadie supo es que este hombre murió en un derrumbe cayéndole encima además de escombros una pesada viga que le marco el rostro.


PERGAMINOS EN LATÍN CON INVOCACIONES SINIESTRAS.

De sus ropas rasgadas sacó un rollo de pergaminos con inscripciones en latín. Extraños dibujos sin poder descifrar, el hombre, silencioso empezó a explicar el contenido de esos pergaminos y buscaba quien lo ayudara a descubrir vetas de plata. Todos le ofrecieron su ayuda, el decía conocer todos los secretos de la minería. En otro rollo que celosamente guardaba, se los alargo y a la luz de la tarde vieron dibujos de ornamentos religiosos, de vasijas, enseres de decoración y otros objetos utilitarios, también mostró armamento muy antiguo donde se aplicaba la plata y oro tan codiciados por todos.

Recorrió con la mirada a todos los que lo rodeaban, señalando a uno de ellos un antiguo seminarista, le dijo descifrar estos textos, en esas frases se guardan grandes secretos de la minería. El seminarista asombrado de lo que leía, dijo con vos entrecortada que tenían que sacrificar a un minero en las entrañas de la tierra. Quien esto leyera y entendiera era el poseedor de los secretos de la inmortalidad de la minería. Todos guardaron silencio la mirada de cada uno recorría a los demás, por sus mentes pasaron mil historias, buenas y de malas intenciones de codicia.



TODO ERA LA FIEBRE DE LA MINERÍA.

Hubo quien ofreciera al seminarista su apoyo para comprar minas y explotarlas como ahí se indicaba. Lo que nadie supo es que lo que realmente decían esos pergaminos, hacían invocaciones al “Señor de las Profundidades” que era el que habitaba en el fondo de la tierra. El seminarista cauteloso, nunca revelo los secretos y en la soledad de la noche, vistió ropas diferentes a las suyas salió y fue en busca del “Señor de las Profundidades”, lo encontró en la boca de una mina recién descubierta, le dijo con voz pausada, esta mina mañana se derrumba, tu no vengas, tus compañeros morirán en el derrumbe, y así nos quedaremos con todo, tu y yo únicos dueños. Jamás reveles el contenido de los textos, a nadie. Regreso en la oscuridad de la noche, silencioso se acostó y al día siguiente fingió una enfermedad y fuertes dolores, que no podía asistir a trabajar, se despidieron del seminarista y le suplicaron que tradujera los textos, que todos querían participar de eses venturas, el Seminarista solo bajo la mirada y no respondió nada.

A las pocas horas la agitación de la gente lo despertó gritaban pidiendo ayuda, hubo un derrumbe, solicitamos ayuda. El seminarista sintió un escalofrió que recorrió todo su cuerpo, se incorporó a los voluntarios para el rescate. Ninguno tenía rostro, quiénes son ustedes preguntaban, un silencio invadía el ambiente, corrió y vio a sus amigos en un desfile salir de las entrañas de la tierra, preguntaba el seminarista ¿Qué es lo que pasó?, la respuesta era general: Un derrumbe. Un extraño sonido del fondo de la tierra sacudió las paredes, se escucharon voces, como de un coro, lo que cantaban nadie lo entendía, se vio al fondo una mano que se estiraba brindando ayuda, casi al llegar, la mano desaparecía, el polvo marcaba una silueta de un hombre de gran estatura, gritaba jubiloso: Todos son mis vasallos, cayeron con el Señor de las Profundidades. Después de esto se celebraron misas y cuando el seminarista iba a entrar, un fuerte viento lo detenía.

Los pergaminos ya le quemaban las manos cuando trataba de leerlos, cada vez que trataba de descifrar el contenido, sentía un fuerte escalofrió, y el calor hacía que dejara por la paz los pergaminos. En medio de su desesperación salió en busca del Señor de las Profundidades al que nunca encontraba, solo le salió al paso en una ocasión un hombre alto, con una frazada que le cubría parte del rostro, con voz cavernosa lo conmino a que se detuviera, le solicito ver los pergaminos. El seminarista temeroso del embozado, lo llevó hasta su casa, y de un pesado baúl sacó los pergaminos, a la luz de una vela empezaron a verlos uno a uno, con el dedo indicaba el embozado lo que quería saber, pedía que se lo tradujera. sacó una filosa daga y le dijo, estos pergaminos son míos. El seminarista los oculto entre sus ropas, y en unos cuantos segundos sus ropas se incendiaron. El Embozado sacó los pergaminos de entre las ropas, del seminarista las apagó, se descubrió el rostro y la cicatriz apareció ante los ojos atónitos del seminarista que se consumía en las llamas.



En el patio de una vieja casona donde se labraban piezas de un gusto delicado de plata, estaba el hombre de la cicatriz, lo acompañaban plateros que habían muerto años anteriores. A las puertas de Santa Prisca se veía a un seminarista con unos bultos envueltos en pergamino, y solicitaba a las personas que iban a entrar a la iglesia, que depositaran esos paquetes a los pie del altar, el sacristán los llevaba a la sacristía y desenvolvía los paquetes, gran sorpresa se llevaba al ver los ornamentos labrados en plata, producto de artífices destacados, el Sacerdote salía en busca de tan preciado regalo hacia a la Parroquia, no lo encontraba, solo a la distancia veía a un seminarista caminar pausadamente envuelto en llamas.

El sacerdote regresaba a la iglesia y encontraba al sacristán desmayado, lo despertaba, le preguntaba ¿Qué había pasado?, respondió con voz doliente, un seminarista me golpeó y se llevo los ornamentos. El arrepentimiento del Seminarista al que llamaban “El platero Siniestro de Taxco”, buscó ansiosamente al hombre de la cicatriz, lo llevó hasta al templo y lo obligó a arrodillarse y pedir perdón por todos los daños, gritó sus culpas y salió corriendo de Taxco dejando regados los pergaminos que el viento los elevó y se perdieron en la inmensidad del infinito, volvió la calma entre los mineros, se quitaron los egoísmos y todos trabajaron con entusiasmo.

Se asentó en los documentos que los plateros jamás se accidentaron y mucho menos murieron. Toda esta leyenda fue vivida por el maleficio que recibió el seminarista por parte del hombre de la cicatriz, el seminarista, fue el único que vivió esta pesadilla, y se dice que perdió la razón y que vaga en las calles donde hay actividades mineras, no se ha podido olvidar la leyenda del “Seminarista”. Terminó sus días recluído en un convento, donde solicitó ayuda espiritual, con la mira de algún día ordenarse de sacerdote. Se cuenta que en ese seminario se ve durante la noche vagar por los jardines a un hombre envuelto en llamas, que con lastimeros lamentos se elevan al infinito. En algunas ocasiones se le ha visto vagar por las solitarias y oscuras calles de Taxco, arrastrando penosamente los pies, cantando alabanzas con unos pergaminos bajo el brazo. Su alma en pena sigue a través de los siglos vagando por Taxco.

FUENTE: http://mexico.taxco-pueblomagico.com/?p=322