Margarita Ruiz de Lihory nació a finales del siglo XIX en Valencia. Su padre, José María Ruiz de Lihory , gobernador civil de Mallorca, alcalde de Valencia y diputado en las Cortes, estuvo vinculado a una logia masónica y era aficionado a temas esotéricos, pasión que heredó su hija. Esta mujer adelantada a su tiempo se casó joven con Ricardo Shelly, con el que tuvo cuatro hijos: Luis, Margot, José María y Juan, antes de separarse en los años 30. Margarita no cesó de viajar, llegó a vivir en París, fue corresponsal de guerra en Marruecos (donde actuó como espía), estudió dos años de Medicina, se licenció en Derecho y fue una de las primeras mujeres en obtener el carnet de conducir, fijando su residencia en la calle Princesa de Madrid, aunque no cesó de visitar su palacio albaceteño, casa conocida como La Bastida y que ocupaba parte de una manzana entre la calle Mayor y la del Tinte.
Los hechos. Los macabros hechos acontecidos en su domicilio madrileño están relacionados a las personas que habitaron durante un tiempo la casa albaceteña, que fueron presentados por la propia marquesa como médicos daneses y que, según Fabián, «eran con toda probabilidad nazis refugiados en nuestro país».
Margot, la hija de Margarita, una funcionaria destinada en el Instituto Nacional de Previsión de Albacete, padecía una grave enfermedad (todo apunta a leucemia) y, tras el agravamiento de su estado moría en la residencia familiar de la madrileña calle Princesa, el 2 de enero de 1954. Antes de ser enterrada la marquesa ordenó cerrar con llave la habitación donde se velaba el cadáver y prohibió el paso a la estancia. Una vez celebradas las exequias fúnebres en la iglesia de San Isidro, el creciente recelo de los tres hermanos varones de Margot y del novio de ésta les llevaba a comunicar sus sospechas al juez de guardia, consiguiendo un mandamiento para exhumar el cuerpo. Fue entonces cuando salta la noticia, al comprobarse que a éste le faltaba la mano derecha, la lengua y los ojos.
La marquesa tenía la extraña afición de diseccionar animales de todo tipo, y su hijo Luis encontró parte del material quirúrgico que utilizaba para ese fin junto al lecho de muerte de su hermana, en concreto, unas tijeras y unas pinzas, además de un cuchillo largo y afilado y una tabla para cortar carne. La mano amputada y metida en una pequeña lechera de plástico flotando en alcohol, completaba el macabro hallazgo.
Margarita Ruiz de Lihory, Marquesa de Villasante, siempre fue una mujer muy peculiar. Se consideraba una gran amante de los animales, en su casa tenía 17 perros, 3 gatos, 12 canarios y 2 tórtolas, pero su según palabras de su hijo ante el juzgado ” los diseccionaba una vez muertos, cortándoles la lengua, extirpándoles el corazón y arrancándoles el pellejo, que después conservaba. En alguna ocasión, decapitaba también a sus animales, conservando las cabezas“.
La gente hablaba de unos “médicos nórdicos”, que estuvieron viviendo en aquella casa con el consentimiento de la marquesa. Decían que tenían que ver con un caso extraño de avistamientos de ovnis que se hizo famoso en aquella década, el posible contacto con seres venidos del planeta Ummo.
El autor de Toda la verdad sobre el caso de la mano cortada se muestra convencido de que no fue la marquesa la autora de esas amputaciones y apunta a la intervención directa de esos misteriosos médicos, que, en su opinión, podían haber investigado con Margot nuevas técnicas clínicas durante su estancia en Albacete (la hija de la marquesa vivía frente al palacio) y supuestamente necesitarían tejidos del cuerpo para continuar los experimentos.
Localizados los restos en la casa de la marquesa de Villasante, ésta llegó a ser recluida junto a su segundo esposo, José María Bassols, en un hospital psiquiátrico, «pero las influencias que tenía surtieron efecto y poco después quedaba en libertad bajo fianza; hay que tener en cuenta que ella siempre se vanaglorió de tutear a Franco, al que había conocido personalmente durante la campaña del norte de África», desvela Fabián.
El caso de la mano cortada tuvo una extraordinaria repercusión en todos los medios de comunicación y la foto de la mano en una lechera de plástico, flotando en alcohol, causó profunda impresión en la opinión pública.
En contra de la versión que circuló en su día, el presidente de la Sociedad Castellano-Manchega de Parapsicología insiste en el misterioso papel que habrían jugado esa pareja de científicos en el caso de la mano cortada. «De hecho, estos siniestros personajes, a los que se veía con frecuencia en el desaparecido bar El Nido de nuestra capital, desaparecieron del país nada más ocurrir los hechos».
«Posteriormente, estos mismos individuos fueron considerados extraterrestres, circunstancia que dio mayor repercusión al caso a nivel internacional, incluso la CIA llegó a enviar a Albacete un agente para que arrojase luz sobre los hechos», puntualiza Fabián García mientras muestra la copia del libro de registro del hotel madrileño donde se alojó el tal Wilding Rumsey en 1971.
La idea de que éstos fueran alienígenas (procedentes de un hipotético planeta llamado Ummo) es rocambolesca y cobró cuerpo a raíz de la publicación de unas cartas (la primera fechada el 6 de agosto de 1971) cuya autoría correspondía al profesor Jesús Jordán Peña, vinculado a un grupo esotérico que se reunía en La Ballena Alegre de Madrid.
En cualquier caso este nuevo giro en los hechos fue la cortina de humo perfecta para evitar ahondar en la auténtica naturaleza de estos personajes, presuntamente vinculados al III Reich, y que habrían estado viviendo de incógnito en nuestra ciudad.
Margarita Ruíz se llevó el secreto con ella a la tumba. Murió en la miseria en su casa de Albacete, el 15 de mayo de 1968, está enterrada en el cementerio de Nuestra Señora de los Llanos, de esa misma ciudad. El mismo cementerio donde enterraron a su hija Margot.
Por lo visto, según el rumor que recorre la población, es que los terrenos sobre los que se asentaba el antiguo palacete, fueron adquiridos por cuatro perras ante la falta de compradores, ya que nadie quería vivir allí : ‘en ese sitio donde se decía que habían matado a mucha gente y hacían cosas muy raras’.
Además, el hecho de que numerosas familias abandonaran las viviendas al poco de comprarlas porque contraían enfermedades desconocidas, aumentó la leyenda. Este edificio ocupado por las oficinas de la Consejería de Industria de Castilla-la Mancha se investigó a raíz de estos rumores.
Los funcionarios aseguran que en ocasiones se han producido llamadas internas en el edificio cuando en éste sólo se encontraba el vigilante nocturno. En el momento en que se inició la investigación, el pasado 10 de marzo, en compañía de T. N. C., administrativa de la delegación, se produjo un suceso fuera de lo normal. La persona que la acompañaba, una mujer de 40 años de edad a la que llamaremos M. C., entró en un estado aparente de trance, afirmando que en el salón de juntas que se sitúa en el sótano del edificio estaba observando una presencia: ‘Esther, está ahí. Hablará de su hijo, su hijo es Antonio’. La inesperada situación se precipitó cuando ésta comenzó a llorar desesperadamente, agarrando con fuerza un crucifijo entre sus manos mientras continuaba diciendo: ‘Es Esther… Le duele… Tiene 50 años, es morena con canas, lleva una falda azul con flores blancas y una taza en la mano.
Ésta es su casa y no se va a ir. Tiene un pie roto, el pie derecho, se ha caído debajo de la higuera… Está muy triste por su hijo Antonio ( … ). Dice que se tiene que ir. Esta noche hablará con vosotros’. Posteriormente M. C. afirmaría que Esther vivía en el año 1843.
El lugar donde se había desarrollado la trama correspondía a los antiguos sótanos de la casa de la marquesa, que posiblemente no vieron alterada su estructura por la construcción del nuevo edificio y donde tenía esta mujer su especie de ” Laboratorio del Dr Frankenstein”. Durante la larga madrugada fueron registradas psicofonías de una nitidez fuera de lo habitual. Destacamos entre todas ellas las obtenidas a partir de las 2.15 de la madrugada: ‘Hay mucha energía, José’, ‘Soy yo’, y quizás la más impresionante, correspondiente a una voz infantil o de una mujer joven que murmura: ‘Mamá, frío, miedo…’. la calidad de estas grabaciones contrasta con las obtenidas por otros investigadores por su fácil audición.
FUENTE: https://labitacoradelmiedo.wordpress.com