domingo, 21 de septiembre de 2014

El árbol de las lápidas



En la iglesia londinense de Saint Pancras, cientos de lápidas se agolpan en círculo alrededor de un árbol, conocido como The Hardy Tree, dándole un aspecto escalofriante. Por supuesto esta no era la ubicación inicial donde fueron colocadas. ¿Cómo llegaron allí?

Antes de conventirse en un novelista famoso Thomas Hardy (del cual toma nombre el árbol) trabajó como ayudante de un arquitecto llamado Arthur Blomfield entre 1862 y 1867. Durante este periodo se tuvieron que realizar unas obras en la parte antigua de la Iglesia de Saint Pancras. El obispo de Londres ordenó a Arthur Blomfield reubicar cientos de tumbas que había en el cementerio, pues parte de los terrenos habían sido vendidos para que pasaran las vías de tren, que empezaban a conformar el complejo entramado ferroviario de la época. Por supuesto Blomfield dejó esa molesta tarea para su ayudante quien tuvo que encargarse de que se desenterraran todos los ataúdes y cadáveres, que fueron enterrados de nuevo en otra localización.

Las lápidas sin embargo no tenían un destino claro, Hardy pensó que deshacerse de ellas o lanzarlas al río Tamesis sería una falta de respeto por lo que decidió colocarlas en forma de círculo rodeando un joven fresno. Al fin y al cabo las tumbas que había en la parte desmantelada del cementerio eran muy antiguas y prácticamente nadie se acercaba a visitarlas.

Décadas después el árbol fue creciendo y su tronco y raíces envolviendo las lápidas dando el aspecto de que las tumbas eran parte del mismo fresno. Para Thomas Hardy el año que trabajó desenterrando cadáveres y ataúdes no pasó en vano, pues le sirvió como fuente de inspiración para los más sombríos pasajes de sus novelas.













Fuente: Revista Avalon

sábado, 20 de septiembre de 2014

LA LEYENDA DEL TESORO DE RANCHO VIEJO


El jueves 21 de marzo de 1811 a las nueve de la mañana en un recodo estrecho de un paraje con escasa vegetación fue tendida una emboscada a los insurgentes encabezados por Ignacio Allende, su hijo Indalecio, Mariano Jiménez y Joaquín Arias en Acatitia de Baján , por el Capitán realista Ignacio Elizondo quien apostó a unos indígenas, provistos de lazos y reatas a quienes dio instrucciones de aprehender y atar a todos los que pasaran por el sitio, personalmente los instó a capitular, lo que finalmente hicieron después de un fallido intento por defenderse, en el cual perdió la vida el hijo de Allende y en el que Joaquín Arias resultó herido. Al final marchaba Don Miguel Hidalgo y Costilla escoltado por veinte hombres, y luego de ser presionado por los españoles, terminó por entregarse.

Derivado de este importante pasaje histórico da inicio en San Buenaventura una de tantas leyenda que han sido transmitidas bien sea de padres a hijos, escritas en reconocidos libros o estampadas en aquellos programas o folletos perdidos por ahí en alguna vieja castaña, y que hasta el día de hoy no se conoce con certeza si verdaderamente existió el Tesoro de Rancho Viejo ......


“ Respecto a las cosas que como botín de guerra se les quitó a los insurgentes en el asalto de Baján, no se ha podido inquirir su paradero final, a pesar de la muchas pesquisas que se han hecho con este motivo. El efectivo recogido, que como se dijo era una gran suma (mas de dos millones de pesos ) en moneda acuñada y barras de plata y oro; no existe documento que justifique su inversión o último destino. La voz popular ha asegurado siempre que la mayor parte de esos dineros quedaron entre los principales jefes, percibiendo el erario una parte relativamente pequeña.

Mi abuelo Don José María Ramón, que para esa fecha contaba con 11 años, refería que en en la misma tarde que entró Elizondo con los presos de Baján, los atajos de mulas siguieron por la calle Real hasta la plaza donde descargaron los arrieros las cargas reales* y barras de plata, formando una trinchera larga en la cuadra de Don Ramón Múzquiz, y tan alta que les daba casi al hombro a los arrieros; y que en la mañana del día siguiente que volvió a la plaza, instigado por la misma curiosidad, ya no había absolutamente nada, asegurándose que todo el dinero lo habían llevado a la casa de Don Tomás Flores, que quedaba por la calle Real donde hacía esquina con la del “Ciprés” para el sureste. Era voz popular que la mayor parte del oro, que eran muchos marcos, se repartió entre los principales autores de la contrarrevolución, tocándole a Don Ignacio Elizondo la mejor parte, además de que mando furtivamente del propio Baján la noche del 21 de marzo, con su propio compadre Don Antonio Rivas, consistente en un atajo de mulas y dos carros cargados con plata acuñada y en barras, que sin pasar por Monclova tomaron el camino que va por Castaños a Pozuelos, y de allí pasando por Nadadores , al “Rancho Viejo” de Santa Gertrudis, que era propiedad el referido Rivas; y donde se asegura, que fueron ocultados estos valores. Muerto el Capitán Elizondo de una manera trágica, quedó su compadre Rivas único dueño de ese cuantioso tesoro, que al fin ni él ni sus hijos pudieron disfrutar, debido a que falleció de una muerte repentina, que no le permitió ni siquiera decir a su familia el lugar donde había ocultado tan inmensa riqueza.


Lo que si se sabe de cierto, es que Don Antonio Rivas fue en San Buenaventura el hombre más acaudalado y de mayor validez social en su época. El y su esposa construyeron la capilla de San José, que quedaba contigua y en comunicación con la Parroquia de su pueblo, donando la imagen que es de talla y de regulares dimensiones, así como también seis barras de plata “pasta” para que se fabricaran seis candelabros grandes, un manifestador (púlpito), dos atriles para evangelio y epístola, un frontal grande dos ciliares y cruz alta, incensario con naveta (cofre), y una fuente con hisopo para asperges (rociador para agua bendita).

Ordenaba además en su testamento que si no era suficiente la plata donada para su manda, él diría a su esposa de donde se había que tomar lo que faltare; que dejaba treinta pesos para cada uno de las mandas forzosas y un día de agua en la Hacienda de Santa Gertrudis, para que quedando entre sus herederos tuviera la pensión de tres misas cada año la patrona del Rancho, que también donó, y cincuenta pesos para misas por su alma y la de sus padres y abuelos" ...

.......con su muerte Don Toño Rivas se llevó un gran secreto a la tumba, que ni sus propios parientes y largos años de intensas búsquedas han podido dar con el Tesoro de Rancho Viejo.

(1) Transcripción original del Libro General del Estado de Coahuila escrito por el Dr. Regino F. Ramón en el año de 1917.

(2) Información recopilada y enviada por el Ing. Rodolfo Vasquez Carrillo

* La barra de plata, como tengo dicho se estimaba en mil cien pesos acuñados; la carga de reales equivalía a 3,000 pesos repartidos en dos sacos de mil quinientos cada uno; y el marco de oro igual a 8 onzas o 50 castellanos.

lunes, 15 de septiembre de 2014

FRANCISCO I. MADERO Y LOS ESPÍRITUS


Los espíritus —esto no es leyenda, es Historia con mayúscula—, visitaron la mano de Francisco I. Madero: él escribía cartas del más allá, firmadas por “ellos”. Su hermano muerto; Benito Juárez; y otros difuntos de San Pedro de las Colonias, por mencionar algunos, a través de la habilidad de este revolucionario y presidente mexicano manifestaron mensajes escritos.

Si bien es un tema que no se enseña en la primaria, es inocultable: ni el mismo coahuilense tenía intención alguna de esconder su relación con “ellos”, de allí las burlas por parte de la prensa de la época. Pero esto formó parte de Madero como un brazo y, prejuicios fuera, fue una de las vías por las que logró grandes paradigmas en la historia, como derrocar al dictador Porfirio Díaz. No por nada los espíritus le ordenaron que escribiera “La Sucesión Presidencial en 1910”.

Esta otra cara de Madero la dibuja sin halo de misterio el psicólogo clínico Ernesto Duque Padilla, quien dedicó su tesis de maestría a la vida privada de Madero y a su espiritismo, su “mediumnidad”. Pionero en investigar este tema a profundidad, concede una entrevista a VANGUARDIA que revela qué tanto interfiere esto en la Revolución Mexicana.


Existen cuatro fuentes que registran los datos espíritas de Madero, dice Duque: 1) las cartas de Francisco, que son la evidencia más directa (escritas por su puño y letra, firmadas por distintos espíritus); 2) “El Libro de los Médium”, también escrito por él, e inacabado; 3) las actas de los congresos espiritistas que él encabezaba; y 4) los comentarios
hechos por Francisco a la obra hindú “Bhagavad Gita”, en fascículos. ¿Cómo entra al espiritismo? “Su primer encuentro, como él (Madero) lo relata, fue en París”.

Halló una revista, a la que su padre estaba suscrito, la “Revue Espirit”. Leerlas lo impresionó, “las devoró”, aclara Duque. Leyó todos los libros de Allan Kardec, francés que sistematizó al espiritismo (y a quien Madero consideraba un druida), y se incorporó a un círculo espiritista parisiense, donde le dijeron la noticia: Francisco Ignacio Madero era un médium escribiente, es decir, tenía la habilidad de prestar su pluma a los fantasmas.

En su vuelta a México, con su don en ciernes, un día en que atendía como enfermero a su tío Manuel B. Madero, ensayó otra vez la escritura automática (el medio de comunicación espiritista) y su mano se movió de forma trémula. No se sorprendió: así lo dice en sus memorias. Y la primera frase del más allá rezaba “Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”.


Así nació el círculo espiritista que se reunía los miércoles, casi siempre a las ocho de la noche, casi siempre hombres, y con reglas establecidas. Así Madero cree haber fundado la “religión científica” que es el espiritismo, y dos congresos nacionales a éste dedicados.

Misión del más allá Duque define a Madero como “un hombre muy caritativo, pero inteligente”, y recuerda que en el contexto histórico de entonces —positivismo, desarrollo industrial importante—, hay una reacción al materialismo con cuestiones esotéricas, espiritistas y místicas; y que ése era el ambiente en Europa. En México había una serie de organizaciones opuestas al porfiriato: entre ellos, los librepensadores, organizaciones religiosas y, también, los espiritistas.

Igual de creyente que el escritor inglés Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, Madero recibió otro tipo de mensaje del más allá: de ser previamente consejos de orientación moral para su vida, todo se tornó en un proyecto político, germinado por una preocupación social. Los espíritus le dijeron a Madero que tenía una misión. En 1904, con familiares y amigos fundó el periódico “El Demócrata”. El primer artículo que escribe se llamó “Vox populi vox Dei”. Ernesto Duque explica que “la voz del pueblo es la voz de Dios y esa es la idea de la democracia de Madero”, “él pensaba que dios se manifestaba a través del pueblo, por eso era tan respetable el pueblo para él, de ahí su consigna de ‘sufragio efectivo’”.

Es entonces cuando otro difunto, José, con mayor autoridad que otros, le dice la metodología para su tarea revolucionaria: escribir un libro. Porque “ellos” le dijeron cómo y en cuánto tiempo escribirlo, le aconsejaron recluirse en una casa, y lo asesoraron, particularmente José (quien no se sabe si es José María Morelos y Pavón o el bisabuelo, José Francisco Madero, se pregunta Ernesto Duque).


“Los otros”
“Él (Madero) reconoce la presencia de otro en la escritura”, afirma Duque porque, según dice, Madero decía frases como “Los espíritus que me dictan hablan con propiedad y estilo que yo no tengo”. Como autor, Madero, se cuestiona a sí mismo, y las ideas que originaron el movimiento social, no reconoce que sean propias, agrega Duque: dice que es el dictado de la divina providencia. Esto se contradice con lo que Javier Villarreal escribe en el prólogo de la edición conmemorativa de “La Sucesión Presidencial en 1910”: “Madero nunca pretendió que los espíritus le hubieran dictado el libro; creía ser incitado por ellos a emprender la tarea de redactarlo, lo cual es distinto”.

Pues bien, “ellos” le anunciaron que estaba en una lista, en una cadena de espíritus superiores que se han encargado de liberar a la humanidad. Lo convencen del movimiento armado, pero él no estaba dispuesto a arriesgar a la gente, considerando a la humanidad como hermanos. La decisión también fue tomada por otra cosa, añade Duque: él leía la “Bhagavad Gita”, donde el príncipe Arjuna es convencido de lidiar contra su hermano, porque si no lo hacía todo el entramado del universo se pondría en duda. Eso alentó a Madero a entrar en el combate.

Recibió la responsabilidad para la que estaba destinado. Le envió una copia de “La Sucesión...” a Porfirio Díaz y tuvo una entrevista con él. Nunca tuvo el consentimiento de su abuelo Evaristo pero después de batallar mucho, obtiene el de su padre. Otros dos o tres hermanos participaron en la lucha armada.


Atrevido y obsesionado
Derrocó a un dictador, a un hombre muy poderoso, “alguien que supera al patriarca”, expresa Duque para concluir que “Madero estaba obsesionado con la imagen del patriarca, del dictador”. En palabras de Madero, Díaz se había ya no era el representante de la ley: estaba situado en el lugar de la ley. Eso significaba que asumía un papel cercano a Dios, lo cual Madero no toleraba.

Si la voz del pueblo es la voz de Dios y Díaz organiza las leyes, lo que Madero proyectaba era regresar al orden: “si tú te fijas no hay un proyecto de un cambio de estructura social, de un esquema económico, lo que él quiere es que nadie se ponga en el lugar de la ley”. El espiritismo, la religión, se conjuga con la cuestión del orden social y el concepto de la democracia, añade Duque. Madero tenía una fuerza moral enorme contra todos los pronósticos: no tenía miedo a morir, pensando que su misión era mayor y eso lo elevaba en el orden espiritual.

“¿Cómo se hace un personaje, un líder, que encarna los ideales de una nación? A través de toda esta historia. Hay un proceso moral, en el que un hombre, de una familia acomodada, con estudios en el extranjero, advierte una misión. En una relación que podríamos denominar de alteridad: o sea, hay un diálogo con otro. ¿Quién es ese otro? ¿Su hermano Raúl, José, los espíritus que la divina providencia enviaba, o es la voz de su inconsciente, o qué tipo de juego de la mente está operando ahí? No sabemos. Lo que sí sabemos es que es exitoso, es efectivo, existe y es real”, precisa el maestro Duque.

“Se puede leer todo el inicio de nuestra historia revolucionaria a través de este caso personal.” La vida privada, íntima, está en juego en estas cuestiones sociales. La redacción de las cartas es casi siempre muy similar, escritura apresurada, pero legible.

Pero antes de terminar la entrevista, Duque da un dato inquietante. “Hay una sola carta espírita que tiene un error: la firma Francisco I. Madero”.


“La Sucesión Presidencial en 1910”
Este libro se convirtió en un auténtico “best seller” de su tiempo (rareza porque la mayoría era analfabeta), y en el instrumento que propició la Revolución Mexicana. Según Javier Villarreal Lozano, “influyeron en ella factores que rebasan cualquier explicación razonable. Esta obra fue producto de un arrebato mesiánico. La redactó un hombre [Francisco I. Madero] que a través de su comunicación con los espíritus llegó al convencimiento de ser un predestinado cuya misión era impulsar la transformación política de México”.

En la reclusión del segundo piso de su casa en San Pedro de las Colonias, el espíritu de un tal José le fijó a Madero un plazo para concluir el libro: 1908.

Investigador de la otra cara de Madero
Jesús Ernesto Duque Padilla es psicólogo clínico, con maestría en la Universidad Autónoma de Nuevo León y su tesis sin editar, de 1981, se titula “Madero, las Otras Voces”, una interpretación del espiritismo —la vida íntima— de Francisco Ignacio Madero. Se interesó en el tema gracias a la novela de Ignacio Solares titulada “Madero, el Otro” (1989), misma que “de alguna manera abrie las puertas para que se hable públicamente de esta faceta que la historia había reprimido”.

Encontró el libro de José Natividad Rosales, “Madero y el Espiritismo”, y también consultó en el Archivo General de la Nación, y en Coyoacán, la biblioteca espírita, donde se hallan tanto lo que Madero leía, como lo que escribía relacionado a esta “religión científica”, el espiritismo. Él penetró en la personalidad de Madero y “con el tiempo descubrí una frase que explica qué tanto creo o no de eso” (similar a Madame du Deffand): “no creo yo en fantasmas y de todas formas se me aparecen”.

(FUENTE: vanguardia.com.mx)