viernes, 28 de enero de 2011

El enigma de los mundos paralelos

El enigma de los mundos paralelos


Por Scott Corrales
El concepto de los universos o mundos paralelos superimpuestos sobre el nuestro no es nada nuevo, pero generalmente se la ha relegado al mundo de lo fantástico, como el mundo estrafalario al otro lado del espejo en Alicia y el país de las maravillas, y el reino de Narnia al fondo del ropero en El león, la bruja y el ropero de C.S. Lewis, amén de los numerosos reinos de acción y aventura en mundos paralelos que figuran tanto en la ciencia-ficción como en la fantasía heroica.

Desde la perspectiva literaria, la creación de un mundo paralelo permite que el autor explore posibilidades o ucronias que no pueden darse en nuestra realidad lineal. Por consiguiente tenemos obras artísticas en las que los protagonistas se topan con sus "dobles", mundos en los que el resultado de una guerra fue totalmente distinto al de la realidad de los protagonistas, o niveles de existencia totalmente ajenos al nuestro, que van desde celestiales hasta infernales.

Estos autores de narrativas de ficción tal vez quedarían sorprendidos, o hasta consternados, si supieran que la realidad de lo paranormal ofrece historias no menos extrañas que el fruto de su imaginación.

Continentes perdidos de la mano de Dios
En el siglo V a.c., el filósofo griego Anaxágoras expresó la creencia de que "otros hombres y otras especies vivientes" ocupaban una especie de antitierra que recibía la luz de su propio Sol y Luna, y cuyos habitantes "al igual que nosotros mismos, poseen ciudades y fabrican objetos ingeniosos". El filósofo ubicó su antitierra en la carátula opuesta de su universo chato y discoidal. Los fragmentos que sobreviven de su tratado Sobre la Naturaleza no cuentan si Anaxágoras pensaba que podía haber contacto entre los seres inteligentes de ambos mundos, pero a miles de kilómetros de la cuenca mediterránea, otro grupo de pensadores había desarrollado una cosmología parecida y la habían integrado a su religión.

Los Puranas, un resumen de la mitología, filosofía y ritos del hinduismo, nos hablan de los dwipas como parte de sus creencias cosmológicas. Estos niveles de existencia consisten de siete continentes, a saber: Jambu, Plaksha, Shalmali, Kusha, Krauncha, Shaka y Pushkara, con sus respectivos mares, montañas y habitantes.

Resulta difícil, sin embargo, separar lo claramente metafórico, como los mares de "zumo de caña y mantequilla licuada" que rodean algunas de estas tierras metafísicas de aquellas que están basadas más sólidamente en la realidad. Algunas de las provincias en las que está subdividida el dwipa de Jambu, por ejemplo, parecen corresponder con el subcontinente indio, cercado por las montañas Himadri (Himalayas) al norte y el Gran Mar Salado (el Indico) al sur. Más allá de estos confines, los demás parecen fundirse con la irrealidad que hemos asociado en la mitología occidental con Lyonnesse, Tirn-Na-Og, la isla de Avalon y la isla de San Brandán.

El concepto de los dwipas fue dado a conocer en occidente a fines del siglo XIX por los trabajos de la Sociedad Teosófica, alimentado por el interés general en lo asiático y oriental que caracterizó dicha fase de la historia. "La opinión de muchos hoy en día," declara Charles Johnson, F.T.S., en el ejemplar de abril de 1889 del boletín teosófico The Path, "es que los mitos casi grotescos y las descripciones geográficas y astronómicas contenidas en los escritos religiosos...son en efecto alegorías deliberadamente construidas por los sabios de la antigüedad que deseaban ocultar... las verdades sagradas que tan sólo podían darse a conocer en los recintos de sus templos".

En la década de los '60, el escritor y científico francés Jacques Bergier se interesó por los mundos metafísicos del hinduismo, creyendo que podía haber algo de cierto en ellos según los principios de la matemática moderna. Bergier apuntó que las "superficies de Riemman" están compuestas por cierto número de capas que no están encima de la otra y ni siquiera lado a lado de las otras, las capas sencillamente coexisten. Es casi seguro que Bergier simplificaba el asunto para los lectores inexpertos, pero la conclusión matemática era que el espacio es mucho más complejo de lo que aparenta.

"Si la tierra es una de estas superficies," escribe Bergier, "por fantástico que pueda parecer, resulta posible que existan regiones desconocidas que son por lo general inaccesibles y que no aparezcan en ningún mapamundi o globo terráqueo. No sospechamos de su existencia, al igual que no sospechamos la existencia de los microbios, o de la radiación invisible del espectro, antes de haberlas descubierto". (Viseé pour autre terre, Albin Michel, 1974). ¿Acaso encontró el iconoclasta Bergier la manera de justificar las creencias de tanto Anaxágoras como los escribas hindúes que redactaron los Puranas? ¿Existen, de veras, "espacios dentro de nuestro espacio" que se desarrollaron independientemente del nuestro, tal vez accesibles sólo por lo que conocemos como puertas dimensionales, arrugas en el espacio-tiempo, y otras descripciones?

Por inverosímil que pueda parecer semejante posibilidad, explicaría la creencias ampliamente difundidas en el folclore mundial sobre lugares en que se puede entrar pero no salir jamás, o que pueden visitarse en ciertas épocas del año o cada cuantos años. Las ciudades fantasmales visibles desde el glaciar de Muir en Alaska, explicadas como efectos ópticos, ¿serán espejismos no de ciudades de nuestro mundo, sino de urbes cuyos habitantes "fabrican cosas ingeniosas", como dijo Anaxágoras hace siglos?

El hombre que vino de Tuared
Pero no dejemos que se vaya Bergier todavía... En 1954, a raíz de disturbios civiles de gran violencia en el Japón, las autoridades niponas opinaron que los motines estaban siendo instigados por agitadores extranjeros y se dieron a la labor de escrutinar los pasaportes de los visitantes de otros países para detectar irregularidades, tales como señas de falsificación por grupos terroristas o antigubernamentales. Bergier nos informa que los oficiales se toparon con un huésped de cierto hotel en Tokio cuyos papeles parecían estar en orden, pero con un pequeño problema: el gobierno que emitió el pasaporte no existía.

El documento no presentaba señales de falsificación. La fotografía del portador era claramente visible y las huellas dactilares eran idénticas. Sin embargo, los funcionarios japoneses no podían encontrar ninguna "República de Tuared" en sus mapas, a pesar de las protestas del extranjero, que insistía que su país ocupaba la mayor parte del desierto del Sáhara, extendiéndose desde Mauritania en el oeste hasta el Sudán en el este. Era cierto, sin embargo, que el hombre había venido al Japón con una misión poco edificante: comprar armas para ayudar a emancipar los países árabes de la opresión occidental.

Según Bergier, el tuarediano anónimo convocó una rueda de prensa para exponer sus razones, y la prensa trató en vano de localizar su país a pesar de haber solicitado la ayuda de las Naciones Unidas de la Liga Arabe. El hombre que vino de Tuared fue internado en un psiquiátrico japonés, donde es de suponer que permanece hasta nuestros días--un extraño en tierras extrañas.

Está claro que todo el evento pudo haber sido un fraude, un esfuerzo de nacionalistas magrebíes interesados en establecer su propio país y embaucar a los agentes de aduana. Ciertamente, una situación parecida pudo haber sucedido hace sólo unos cuantos años, cuando el Partido Independtista Puertorriqueño emitió sus propios pasaportes como la "República de Puerto Rico" para aquellos que deseaban renunciar a su ciudadanía estadounidense. Según portavoces de dicho partido político, los pasaportes emitidos por la república inexistente fueron aceptados por agentes de aduana en varios países del mundo. Aún así, ¿podemos afirmar que un fenómeno extraño pudo haber depositado en nuestro mundo a un ciudadano oriundo de un importante país africano en otro dwipa?

Algo parecido había sucedido un siglo antes y a miles de kilómetros del Japón. En 1850, se descubrió a un hombre dando tumbos por las adoquinadas calles de un pueblo alemán. Cuando las autoridades le echaron mano para interrogarlo, declaró llamarse Josef Vorin, "ciudadano de Laxaria en Sakria". Los oficiales alemanes se volvieron locos tratando de hallar estos lugares sin ningún resultado. Se desconoce cual fue la suerte de Vorin.

En pos de Qaumaneq: una conspiración decimonónica
A comienzos del s.XIX, los mares del extremo norte representaban no solo las aguas mas frías del mundo, sino también un paraíso para los buques balleneros ingleses y norteamericanos, así como para los exploradores de la región ártica. Estos intrépidos exploradores, muchas veces afiliados con las "reales sociedades" de exploración de un país u otro, pasaban años enteros en las regiones circumpolares realizando una variedad de estudios científicos. Quizá ninguno de estos empeños haya recibido tanta atención como la búsqueda del "pasadizo noroeste" o Northwest Passage, el brazo de mar que uniría el Atlántico con el Pacífico.

Leer sobre las intrépidas expediciones de los Ross (tío y sobrino), Mackenzie y Franklin es como internarse en una novela de Julio Verne: enormes veleros con cascos guarecidos contra la presión de los hielos polares, cargados de instrumentos científicos y toda clase de impedimenta, tripulados por oficiales de la marina británica vistiendo uniformes impecables a pesar del gélido entorno que los rodeaba. Basta con ver un mapa de las zonas árticas de Canadá para conocer sus nombres y los nombres de los monarcas a cuyo servicio estaban.
Pero detrás de la imagen romántica existían condiciones de vida cruentas, enfermedad y muerte en uno de los lugares más inhóspitos del mundo. Y según la opinión de algunos, muerte a manos de criaturas provenientes de algún lugar más allá del conocimiento humano. Esta conspiración decimonónica -hábilmente orquestada por el "consejo ártico" del Almirantazgo inglés- comenzó con la fallida expedición de Sir John Franklin en pos del pasadizo noroeste en 1847. Franklin, al mando de los buques Terror y Erebus, tenía órdenes de pasar tres inviernos en el la zona ártica para realizar su objetivo. Se trataba de una de las expediciones polares más ambiciosas armadas por el gobierno inglés, con 129 tripulantes, entre marineros y oficiales.
Cuando no volvió a saberse de Franklin, el Almirantazgo envió varios buques de socorro cuyos capitanes barrieron las islas del norte sin resultados positivos. Las información recibida de los Inuit (esquimales) resultaba curiosa y confusa: algunos relatos mencionaban una contienda armada entre los kaploonas (hombres blancos) y una tribu de seres violentos. Otros Inuit señalaban que había un buque hundido en una de las bahías de las islas polares; buque que había sido abordado por nativos curiosos y en donde hicieron un descubrimiento espeluznante: señas de un combate feroz y el cadáver de un "gigante con colmillos largos" cuyo gran peso requirió el esfuerzo de cinco esquimales para moverlo.

Estos datos confusos no fueron del agrado de las autoridades en Londres. Se lanzaron expediciones militares y privadas -algunas de ellas costeadas por la desesperada Lady Franklin, convencida de que su esposo y tripulación seguían con vida- a investigar distintas regiones árticas pero no la región donde más probablemente encontrarían los restos de última expedición de Franklin. Se utilizaron buques mal equipados, capitanes poco experimentados en dichas regiones, y se hizo caso omiso de la información proporcionada por los nativos. Era como si los miembros del "consejo ártico" estuviesen empeñados en ocultar la verdadera misión de la expedición Franklin, a pesar de la presión ejercida por los periódicos británicos de la época y de autores como Charles Dickens.

Casi un lustro después de que la expedición Franklin franqueara la bahía de Baffin para entrar a la historia del misterio, se descubrieron cádaveres de los miembros de la expedicion--cadáveres que habían sido mutilados de forma extraña, algunos de ellos con las manos cortadas, el corazón extraído, y agujeros en el cráneo por donde se había substraído el cerebro. Los restos de los tripulantes fueron exhumados nuevamente en la década de los '80 por científicos que detectaron señales de canibalismo en los huesos.

El canibalismo entre exploradores extraviados no resulta sorprendente, pero ¿hay algo más? Algunos tripulantes de los buques perdidos fueron vistos por los esquimales, presentando barrigas hinchadas y labios y lenguas ennegrecidas. Los investigadores que han abordado la desaparación de Franklin han dicho que los pocos supervivientes tenían los labios negros por la sangre coagulada de sus festines caníbales, pero el autor Jeffrey Blair Latta opina lo contrario: los vientres hinchados y labios negros son señas inequívocas de la exposición a fuentes radiactivas intensas. ¿Radiación? ¿En el siglo XIX? ¿En las zonas polares?

Los testimonios Inuit apuntan hacia la existencia de unos seres gigantescos y colmilludos cuya imagen está plasmada en el arte esquimal. Las mismas creencias también indican la existencia de la "luz chamánica", no necesariamente una fuente de iluminación, sino el lugar en el que se internan los chamanes en busca de información, una dimensión totalmente aparte de las nieves que predominan en la zona y conocida como Omanek (anglización del original Qaumaneq). Los datos recabados por los europeos indican que los buques de Franklin "pasaron de nuestra tierra a Omanek".

Según dice el autor Barry López en su libro Arctic Dreams, "resulta innegable la existencia de un paisaje mucho más vasto en la región ártica que la que nos dice la ciencia y que aparece en los mapas del U.S. Geological Survey. Se trata del país hacia el cual los chamanes hacían brillar su luz chamánica o qaumaneq". Es de suponer que el paso a este mundo desconocido involucraría el peligro de quedar expuesto a radiaciones desconocidas. Curiosamente, los mensajes enterrados en cápsulas de metal por algunos de los oficiales que sobrevivieron la misión dicen: "Todo bien" -- ¿señal de una misión realizada exitosamente, a pesar de la pérdida de vida?

Cabe suponer que el Almirantazgo no estaba tan interesado en localizar el pasadizo noroeste como dar con este mundo secreto, y que las vidas de Franklin y sus hombres, así como las diversas expediciones de socorro, se perdieron por este motivo. Resulta curioso que la curiosidad inglesa por la zona polar se remonta al siglo XVI, cuando el mago John Dee -adscrito a la corte de la reina Isabel, y cuyos informes iban firmados "007"- informaba a su monarca de la necesidad imperiosa de conquistar Groenlandia y su zona circundante, ya que ahí se podía encontrar el secreto de "la entrada a otros mundos". Las primeras expediciones a la región fueron las de Martin Frobisher y Henry Hudson en los siglos XVI y XVII. ¿Habrá sido necesario aguardar tres siglos para tener éxito?

Sin embargo, permanece la interrogante de las extrañas muertes de los marineros y los seres que, según la tradición esquimal, "invernaban" en la isla del rey Guillermo. Los seres colmilludos conocidos como Tunnit o Toonijuk parecen corresponder, por sus señas, a las criaturas peludas conocidas como Bigfoot o Yeti, y que representaron un verdadero obstáculo para la colonización amerindia de esas inhóspitas regiones. El zoólogo Ivan T. Sanderson agrega que los Toonijuk "eran considerados como torpes por los esquimales, aunque con una fuerza física temible que les permitía cargar una foca adulta a cuestas sin ningún problema". La torpeza de los gigantes polares, combinada con su temor a los perros esquimales, fueron clave para la victoria de los inuit. Los Tunnit o Toonijuk desaparecieron de las regiones polares para irse "a un lugar inaccesible". ¿Sería Qaumaneq?

Pero hasta el día de hoy, las mismas tradiciones señalan que se produjo "un año de horrores" que coincidió con la muerte de los expedicionarios kaploonas y la deserción de la isla del rey Guillermo por los esquimales. Aun resulta posible visitar las aldeas de iglúes que fueron desalojadas precipitadamente hace más de siglo y medio. Jamás se conocerá a ciencia cierta la suerte de la expedición de Franklin a menos que se haga un intento por investigar el buque supuestamente hundido en las aguas del estrecho de Barrow, donde será posible hallar el cadáver del "gigante colmilludo" descubierto por los inuit.

Pero existe un detalle final curiosísimo: la extraordinaria saga sobrenatural del Resolute, embarcación que formó parte de una de las múltiples misiones de rescate. Presa de los hielos, sus tripulantes abandonaron su nave en medio del laberinto de islas congeladas del norte de Canadá. Mayúscula sería la sorpresa, un año más tarde, de encontrar al Resolute navegando solo en las aguas de la bahía de Baffin, con su velámen cubierto de hielo y las escotillas fuertemente selladas, como si un navegante fantasma lo hubiera sacado de entre las nieves. Rescatado por un ballenero estadounidense, el barco fue trasladado a Connecticut, restaurado, y devuelto a Inglaterra como un regalo de la Unión Americana al Reino Unido. El Almirantazgo tomó posesión del Resolute enseguida y no vaciló en desguasar el bajel, ante la consternación del embajador estadounidense y la opinión pública inglesa.

¿Qué secreto portaba el barco fantasma que inspiró una decisión tajante de parte de la alta jerarquía de la flota inglesa? Otro misterio de los muchos que caracterizan las regiones frías de nuestro mundo.

Vendrán caras extrañas
Estos ciudadanos de otras partes, como el hombre de Tuared, pueden no tener idea alguna de que se han internado en una realidad distinta hasta sentir el terror sutil de encontrarse en circunstancias desconocidas. Por otra parte, existe la posibilidad de que algunos vengan a nuestro mundo a propósito.

Corría el año 1293 cuando un hombre extraño que no hablaba ninguna lengua conocida, se materializó de la nada durante la boda del rey Alejandro de Escocia. Su aparición fue considerada como un prodigio y la suerte del individuo no figuró en los libros de historia. Un sujeto más tenebroso se manifestó en el año 1125 y supuestamente fue visto por miles de personas, siendo supuestamente capaz de escupir bolas de fuego lo suficientemente poderosas como para incendiar árboles. En fechas más recientes, Richard Popkin, autor del libro The Second Oswald, menciona la irrupción de un sujeto que era el doble idéntico de Lee Harvey Oswald, el asesino del presidente John F. Kennedy, en un campo de tiro público. El individuo disparó un arma totalmente desconocida que lanzaba bolas de fuego, un parecido que no deja de ser curioso.

Salvador Freixedo hace mención de otro caso parecido en su libro Visionarios, místicos y contactos extraterrestres: a finales de la década de los '60, una pareja de tipos enigmáticos se alojaron en un hotel de Miami (EUA) para quedarse algún tiempo y trabaron amistad con la camarera del establecimiento. Cuando la mujer les preguntó de dónde venían, respondieron que venían "del norte del continente", haciendo hincapié en que no se referían a las tierras al norte de los Estados Unidos.

Uno de los hombres era alto y rubio y su compañero era bajo, de aspecto asiático y vestido de anaranjado. La camarera y su esposo fueron testigos de las actividades inusuales de los dos extraños, incluyendo lo que parecían ser experimentos con lo que tomaron por cámaras y dispositivos apuntados hacia el mar embravecido durante las tormentas. Freixedo escribe que mientras la camarera realizaba sus tareas de limpieza, pudo observar una maleta llena de "bolas de billar" que pulsaban con luz, como si estuviesen llenas de electricidad. Los extraños desaparecieron tan repentinamente como llegaron.

En vista de lo que sabemos de la existencia de Qaumaneq, vaticinada por John Dee a la reina Isabel, ¿a qué se referían los dos extraños con "al norte del continente"? Dada la curvatura de la superficie terrestre, sería razonable suponer que se referían a las tierras al norte del continente americano: el casquete polar y Asia. Freixedo apoya la posibilidad de que la extraña pareja se refería a planos de existencia en otras dimensioens accesibles a por ciertos puntos de materialización/desmaterialización.

Las actividades decididamente no turísticas de estos sujetos nos lleva, irremediablemente, a la existencia de los HDN (hombres de negro) cuyas actividades aquejaron a la ufología de hace varias décadas. Mientras que la actividad de los HDN se relaciona a menudo con los avistamientos OVNI y encuentros con ovninautas, sus apariciones a veces no guardan relación alguna con el fenómeno.

Entre estos casos figuran declaraciones hechas por los mismos HDN a sus entrevistados, en las que manifiestan provenir de "La Nación del Tercer Ojo", citada por John Keel en su trabajo Our Haunted Planet (Fawcett,1971). Aunque Keel adjudica un significado esotérico a dicho planteamiento, se podría sospechar que los HDN se refieren a un país físico ubicado en "otro lado". Un caso de HDN en Pittsburgh (EUA) investigado por el investigador Mike Lonzo en 1995 fue protagonizada por una señora de edad avanzada que fue testigo de la caída de una "extraña piedra negra" en su patio; evento seguido casi a continuación por la llegada de unos HDN vestidos en trajes de etiqueta que exigieron la devolución del objeto, alegando que la pérdida de dicho objeto resultaría "en la destrucción de su universo".

Mucho antes de eso, en noviembre de 1973, una joven que trabajaba para una agencia de empleos en San Juan de Puerto Rico recibió la visita de un hombre que vestía un traje negro con una camisa que parecía haber sido tejida "de un material desconocido en la tierra," en sus propias palabras. El hombre tenía dedos largos y ahusados y un rostro perfectamente liso. La mujer se vio hipnotizada por su conversación, que iba desde asuntos ecológicos hasta la guerra, junto con afirmaciones como "hay otros mundos aparte de este".

Si somos capaces de suprimir el impulso de asociar a los HDN a los OVNI, podemos ver que sus motivos, en estos casos, no tienen nada que ver con suprimir a los testigos de avistamientos de platívolos. ¿Serán capaces los HDN de ir y venir a voluntad entre su mundo y el nuestro? Eso ciertamente ayudaría a explicar los casos en que los HDN, o sus brillosos coches negros, desaparecen de manera repentina.

El investigador de temas paranormales Brad Steiger tuvo la oportunidad de mantener un intercambio epistolar con un individuo supuestamente capaz de internarse a voluntad en estos otros niveles de existencia. Al Kiessig, natural de Missouri (EUA) escribió detalladamente sobre sus experiencias con los portales dimensionales o "puntos de acceso" a otras realidades.

Kiessig informó a Steiger que uno de nuestros "universos vecinos" es un entorno insonoro que carece de viento o de sol, aunque su cielo dispone de suficiente luz como para sugerir la existencia de semejante astro, y que él mismo pudo internarse en dicho mundo mientras que paseaba a su perro en Arkansas en diciembre de 1965. Este mundo silencioso parecía imitar al nuestro, copiando hasta los detalles de las casas de madera descubiertas por Kiessig en su paseo. Pero el silencio, la ausencia de vida animal y de seres humanos infundían pavor. También parece haber una diferencia de tiempo considerable entre ambas dimensiones.

El corresponsal de Steiger pasó a mencionar una región sin nombre en las montañas Ozark desde la cual podía ver otra dimensión con claridad, y ver la manera en que sus habitantes entraban a la nuestra. Kiessig afirmó su creencia que esta otra dimensión paralela representaba "el infierno terrenal donde Jesucristo predicó por tres días antes de ascender al cielo". Según Kiessig, otras puertas dimensionales conducen "a una tierra sin vida. Otras te llevan al pasado, y otras te conducen al futuro de este mundo". ¿Era Kiessig poco más que un mentiroso que se burlaba a costas de Steiger? ¿un lunático? ¿O poseía, de verdad, el don de entrar y salir de los dwipas?

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