viernes, 15 de noviembre de 2013
LEYENDA DEL SEÑOR DEL VENENO
El 18 de Agosto de 1602 llegó a Nueva España (México) una delegación de la orden religiosa de los padres dominicos. Una vez que se instalaron en la capital se hicieron de un espacio de dos cuadras, en donde fundaron un seminario católico al cual llamaron Porta Coeli, palabras en latín que significan "Puerta del Cielo".
Tuvieron en éste seminario un bello crucifijo de tamaño natural, con la imagen de Jesús, de una blancura impresionante, cual si fuera mármol. Esta imagen de Jesús Crucificado tiene, desde el siglo XVII, gran veneración en esta capital de México, pero debido al conflicto religioso iniciado en 1926, la iglesia cerró al culto y la imagen se trasladó a la Catedral en 1928 (Donde se encuentra actualmente).
La imagen es de pasta de caña y sobre ella existe una tradición o leyenda que afirma que un clérigo tenía la costumbre de hacer oración ante la imagen todos los días y al final besar piadosamente sus pies. En cierta ocasión confesó a un hombre que había robado y matado cruelmente; ante la confesión del grave delito el religioso afirmó que Dios siempre estaba dispuesto a perdonar pero para poder darle la absolución era necesario que devolviera lo robado y se entregara a la justicia, puesto que no bastaba confesar el daño sino arrepentirse y remediarlo de alguna forma.
El hombre, lleno de furia se retiró del confesionario y temiendo que el sacerdote lo entregara buscó la manera de acabar con él. Oculto por las sombras de la noche se introdujo a la capilla y ungió los pies del Cristo con veneno. Como todas las noches el clérigo hizo la oración acostumbrada y en el momento de acercarse a besar los pies, quedó admirado al ver que la imagen flexionaba las rodillas, elevaba los pies para que no le fueran besados y al mismo tiempo absorbía de pies a cabeza el veneno, convirtiéndose en un Cristo negro.
El hombre que había querido asesinar al religioso fue testigo del maravilloso prodigio y se entregó a la justicia para pagar su crimen. Con lágrimas pidió al Cristo perdón por sus delitos y obtuvo la gracia, no sólo de purgar una condena más breve, sino de terminar su vida en gracia de Dios.
Todos admirados decían que la imagen no sólo había absorbido el veneno colocado en sus pies, sino los pecados de los hombres que son como un veneno que impide tener la vida eterna.
Desde entonces se le conoce como el Señor del Veneno, y a él acuden miles de fieles buscando ayuda y consuelo en sus necesidades, como lo atestiguan los cientos de exvotos colocados cerca de su imagen.
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