viernes, 31 de enero de 2014

Los Nagás

Cuenta una leyenda Hindú que el sabio Kashiapa tuvo dos esposas, Kadru y Vinata. La primera quería tener muchos hijos, y la segunda quería tener pocos pero muy poderosos. El sabio cumplió sus deseos: Kadru puso mil huevos (de los que nacieron serpientes) y Vinata puso dos huevos (de los que nacieron Aruna —el auriga de Suriá— y Garudá. Por una estúpida apuesta, Vinata se convirtió en esclava de Kadru y el hijo de Vinata Garudá tuvo que cumplir órdenes de las serpientes. Aunque cumplía, se irritaba y creó un rencor que nunca renunciaría. Cuando le preguntó a las serpientes lo que tendría que hacer para ser liberado de su cautiverio, le dijeron que tendría que llevar amrita, el elixir de la inmortalidad. Garudá robó el elixir de los dioses y se los trajo a las serpientes, con lo que cumplió con la orden, pero mediante una trampa evitó que lo repartieran y obtuvieran la inmortalidad. Desde ese momento, él las consideró enemigos y comida.

Kadru, la madre ancestral de las serpientes, hizo una apuesta con su hermana Vinata, cuya prenda era que la perdedora sería esclava para siempre de la ganadora. Ansiosa por asegurarse la victoria, Kadru les pidió a ayuda a sus hijos. Ellos se negaron, por lo que Kadru se enojó y los maldijo para que murieran en un «sacrificio de serpientes» que realizaría un rey Yánam Eyaiá, hijo de Majarash Paríkshit, a principios de la era kalí iugá (para la que faltaban unos 4 millones de años), nieto de Abhimaniu y bisnieto de Áryuna.



Vasuki (rey de las serpientes nagás) supo de esta maldición, entonces fue a buscar al asceta Yárat Karu (‘vieja acción’) para ofrecerle en matrimonio a su hermana, que quedó registrada en la leyenda como simplemente como Yárat Karu Priiá (‘amada de Yáratkaru’), Bhaguiní Yárat Karu (‘esposa de Yáratkaru’), Yárat Karu Bhaga (‘vulva de Yáratkaru’). De la unión del humano con la serpiente nació un niño humano con la piel estriada y brillosa. El hijo se llamó Astika.

Cuando el rey Yanam Eyaiá finalmente hizo el sacrificio de serpientes (específicamente para matar a Taksaka), comenzó a atraer hacia el fuego a todas las serpientes del mundo. Entonces el sabio Astika se acercó al rey, elogió el sacrificio en términos tan elocuentes que el rey le ofreció cualquier favor que quisiera. Astika inmediatamente le pidió que acabara con el sacrificio. Aunque primero se arrepintió de su oferta, finalmente Yanameyaiá cumplió su palabra e interrumpió el sacrificio.


En el marco de la mitología hinduista, los nagás son un tipo de seres o semidioses inferiores con forma de serpiente.
En el gran texto épico Majábharata (siglo III a. C.), la representación de los nagás tiende a ser negativa. Se los retrata como las víctimas que merecían la muerte en el sarpa iagñá (el sacrificio de serpientes) y la predación en manos del hombre ave Garudá. El texto los llama «perseguidores de todas las criaturas» y dice que «las serpientes tenían veneno virulento, gran poder y exceso de fuerza y siempre intentaban morder a otras criaturas». Al mismo tiempo, los nagás juegan un papel importante en las leyendas narradas en el texto, frecuentemente no más malvados o engañadores que los demás protagonistas, e incluso a veces del lado de los "buenos".
Generalmente en el texto aparecen con forma mezcla de humanos y serpientes. Otras veces aparecen con forma humana y luego con forma de serpiente.
Por ejemplo, la historia de cómo el príncipe nagá Shesha terminó sosteniendo al mundo sobre sus capuchas comienza con la escena en que él aparece como un dedicado asceta humano, «el cabello recogido con un rodete, la ropa hecha girones, y su carne y piel seca debido a las austeridades que estaba practicando. El dios Brahmá queda complacido con Shesha, y le encarga sostener el mundo sobre su cabeza. En este punto, Shesha aparece con los atributos de una serpiente. Entra por un agujero en la Tierra y se desliza hasta el fondo, donde carga la Tierra sobre su cabeza.


Blavatsky creyó que estos Sarpa son indudablemente los Seraphim del Antiguo Testamento. Los Seraphim, que tendrían las mismas raíces etimológicas que los Sarpa de la antigua India. La mitología y la literatura hindú están también repletas de relaciones sexuales de dioses con la humanidad y de la procreación de numerosos seres extraños llamados Dravidianos y Dasyus. Según se informa, esta raza vivió en grandes ciudades amuralladas. Eran un pueblo bárbaro, caníbal, de piel oscura y nariz chata. Los Arios, que vinieron más tarde, se establecieron sobre los restos de las ciudades de esta gente serpiente.

Los Nagas son claramente descritos en el Ramayana:
“Cerca de Bhogavata está ubicado el lugar donde moraba la raza serpiente, una ciudad amplia, amurallada y con barras, donde legiones de vigías mantenían la guardia. El más feroz de los jóvenes serpiente posee dientes envenenados y se sienta en su trono en su salón imperial. Es Vasuki quien los gobierna a todos.”


Dónde viven los nagás
  • Patala (o Nagáloka), el séptimo de los planetas infernales del inframundo. Su capital se llama Bhoga Vatī.
  • Lago Mana Sarovara, lago de los grandes nagás.
  • Monte Sumeru
  • Nagalandia, en el noreste de la India, habitado actualmente por tribus nagás.
  • Kacha Naga, tribus nagás que viven fuera de Nagalandia.
  • Naggar, pueblo en la cordillera de los Himalayas (en el Tíbet), que deriva del nombre de las tribus nagás.
  • Nagpur, ciudad india cuyo nombre deriva de Nagá Pura (‘ciudad de nagás’).
  • Océano Pacífico, según un mito camboyano.
  • El pozo de Shesna, en Benarés (a orillas del río Ganges, en la India), que se dice que es la entrada a los Patalas (infiernos).
  • Nagadaa, sitio en Pakistán donde se cree que se llevó a cabo el genocidio de los nagás (nagá iagñá: ‘el sacrificio de las serpientes’).
  • Río Mekong, que cruza Tíbet, China, Birmania, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam.

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