La Iglesia católica, entre otras, ha considerado tradicionalmente la incorruptibilidad cadavérica de determinados personajes, particularmente santos y beatos, como un signo milagroso de su santidad, y por esta razón son muchos los cadáveres llamados incorruptos que se veneran en santuarios católicos. Dos capítulos fueron dedicado por el papa Benedicto XIV en la "Cadaverum Incorruptione" en la que se trata sobre la veneración de las reliquias de los santos. La creencia de que un cadáver incorrupto era señal de la gracia divina se constata en Occidente desde al menos la Edad Media.
La idea del cadáver incorrupto suele dar pie a la idea de que estos cadáveres se mantienen en mayor o menor medida tal y como eran en el momento de la muerte. Los cadáveres que se exponen públicamente suelen estar recubiertos de capas de cera que ayudan a evitar el continuo deterioro del cadáver propiciado por la exposición. Otros cadáveres se exponen en su estado natural y es apreciable el deterioro de los mismos.
Existen igualmente cadáveres incorruptos que no han recibido tratamiento alguno y se conservan bien. Y otros en los que se han corrompido algunas partes y otras han perdurado (como los casos de san Antonio de Padua ―del cual permanece incorrupta solo la lengua―, santa Catalina de Siena ―cuya cabeza todavía se conserva sin pudrirse―, santa Margarita ―cuyo cerebro se conserva impútrido―).
El misterio en torno a estos cadáveres no se ha resuelto todavía de forma satisfactoria. Unos se han conservado de forma deliberada recurriendo a técnicas especiales de embalsamamiento, pero otros se han mantenido intactos accidentalmente. En cualquier caso, son cuerpos cuya conservación parece milagrosa, ya que no presentan la rigidez de las momias, ni están tan secos como estas. Además, con frecuencia se han preservado frescos en condiciones de humedad y temperatura que suelen favorecer la putrefacción.
La incorruptibilidad es la propiedad de un cádaver (generalmente humano) de no descomponerse después de la muerte, a pesar de no haber sido embalsamado o preservado de ninguna manera.
Algunos ejemplos son realmente sorprendentes. Santa María Magdalena de Pazzi fue desenterrada un año después de su muerte y, aunque sus ropas estaban húmedas, su cuerpo se mantenía intacto. Lo mismo le sucedió a Santa Magdalena Sofía Barat, cuyo cuerpo se mantuvo perfectamente conservado con ropas húmedas y mohosas dentro de un ataúd que se encontraba en avanzado estado de desintegración. Según la costumbre de su época, Santa Catalina de Bolonia, fue enterrada sin ataúd, directamente en el suelo, pero su cuerpo se preservaba intacto dieciocho días después. Otro caso espectacular es el del religioso del rito maronita Charbel Makhloud(1828-1898), enterrado también sin ataúd: durante su exhumación el cadáver fue encontrado flotando en el barro en una tumba inundada, pero incluso en la actualidad permanece flexible y emite una especia de fluido sanguinolento.
Se conocen los casos de algunos santos martirizados cuyos cuerpos soportaron condiciones durísimas, como el enterramiento en el agua o haber sido sepultados con heridas abiertas, lo que potencia la corrupción del cadáver. El ejemplo del jesuita polaco San Andrés Bobola(1591-1677) es prototípico: fue brutalmente torturado y asesinado y su cuerpo permaneció colgado varios días a la intemperie sin descomponerse. Sus discípulos le enterraron en una cripta y sesenta años después un equipo médico confirmó que, a pesar de las heridas abiertas, estaba incorrupto. La conservación de su cuerpo fue reconocida oficialmente en 1835.
La lista de santos incorruptos como los citados es exhaustiva. La investigadora Joan Carroll Cruz ha contabilizado al menos un centenar de ellos en su libro The Incorruptibles (1974)., pero hay muchos más, ya que también se conocen casos de personajes no santificados. ¿Cómo se explica que estos restos mortales hayan permanecido en ese estado aunque muchos de ellos fueran enterrados en las citadas circunstancias?
–¿Sustancias químicas?–
Son diversas las hipótesis que se han avanzado para explicar el fenómeno de los cuerpos incorruptos. Resulta plausible la relativa a las dietas frugales, especialmente en los casos de inedia, ya que la abstinencia de comida y bebida favorece que el cuerpo n o se pudra del modo en que lo haría en circunstancias normales porque se produce una notable disminución del metabolismo. Sin embargo, tal hipótesis no se puede aplicar siempre. Además, podría repetirse igualmente en víctimas el hambre y no hay ninguna constancia de que el fenómeno se haya manifestado en esos casos. Otros alegan que la causa es la vida espiritual, que se manifiesta victoriosa sobre la materia corporal mediante una transformación bioquímica que va más allá del último suspiro, pero los escépticos más acérrimos alegan que los cuerpos incorruptos son fraudes perpetrados por los integrantes de la orden religiosa a la que pertenecía el santo en cuestión, o bien por sus devotos.
Precisamente en Italia, el país en el que se han producido más casos de santos incorruptos, se vienen utilizando desde hace siglos ciertas técnicas secretas de embalsamamiento que producen este efecto en los cadáveres. Resultan especialmente notables las llevadas a cabo en Palermo (Sicilia) por los frailes capuchinos. En la década de 1920 se momificó el cadáver de Rosalía Lombardo, una niña de dos años. Según el escritor Mauro Piccoli, el responsable de proceso fue el doctor Solafia mediante inyecciones de diversas sustancias químicas, Su aspecto actual es extraordinariamente fresco: tiene los ojos cerrados y la piel esponjosa y sonrosada.
Para obtener tales resultados se recurre a la transformación de la grasa en cera cadavérica, algo que se observa también en el fenómeno natural denominado adipocira, que se produce cuando un cadáver se expone a un ambiente de humedad relativa pero estéril. En el Cementerio de los Inocentes de París se descubrieron cientos de cuerpos incorruptos en las fosas comunes donde se almacenaban desde hacía siglos miles de cadáveres apilados. Tras haberse producido la primera fase de saponificación de los tejidos por hidrólisis de las grasas, las partes blandas se transforman en un material de apariencia plástica. Desaparecen las estructuras microscópicas, pero la piel mantiene su elasticidad hasta el punto de parecer curtida.
La ciencia no acepta que el fenómeno que protagonizan los santos católicos se deba a hechos sobrenaturales, ya que se ha observado también en místicos de otros credos y en personas no religiosas. Lo atribuye a determinadas prácticas de embalsamamiento y a factores relacionados con las condiciones ambientales.
Fenómenos que en algunos casos acompañan a la incorruptibilidad
El papa Benedicto XIV, tomando todas las precauciones que la Iglesia mantiene en estos casos, incluyó dos largos capítulos titulados "De Cadaverum Incorruptione" en su trabajo sobre la beatificación y canonización de los santos. Las únicas preservaciones que él deseaba considerar como extraordinarias son aquellas que mantienen una flexibilidad, color y frescura semejantes a cuando los santos estaban vivos, sin intervención deliberada. Estos estrictos requerimientos son cumplidos por una gran cantidad de santos incorruptos.
Olor
El fenómeno, conocido con el nombre técnico de osmogenesia, consiste en la liberación de aroma agradable y suave registrada del cuerpo mortal de algunos santos o de los sepulcros donde yacen sus reliquias. Entre los casos más notables de personas en cuyos sepulcros o reliquias se detectaron aromas agradables se citan los de Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Tomás de Aquino, santa Rosa de Lima y santa Teresa de Ávila. La exudación de perfumes es el fenómeno más frecuentemente reportado como suceso del todo extraño a un cadáver. También se reportaron en María Magdalena de Pazzi, santa Julia Billiart, Hugo de Lincoln, Inés de Montepulciano, Camilo de Lellis y Pascual Baylón. Si bien el cadáver de san Juan de la Cruz estuvo fragante muchos años después de su muerte, ninguno de los hasta aquí citados permaneció incorrupto.
En cambio, en Toledo, España, el cadáver de la Venerable María de Jesús, compañera de santa Teresa de Ávila, exuda un perfume descrito como aroma de rosas y jazmines y el cadáver del Beato Ángelo de Borgo san Sepolcro despedía aún un dulce perfume ciento setenta y seis años después de su muerte. La misteriosa fragancia que se notó sobre el cadáver de santa Teresa Margarita del Sagrado Corazón, se encontró también en todos los objetos que ella había usado durante su vida.
Los observadores presentes en la exhumación de san Alberto Magno, que se llevó a cabo doscientos años después de su muerte, quedaron asombrados por el perfume que despedían las reliquias del santo.
La dulzura del aroma sobre el cadáver de santa Lucía de Narni se quedaba en todos los objetos con que reverentemente tocaron la reliquia durante su exposición durante cuatro años después de su muerte. Un olor a rosas que emanaba de Teresa de Jesús fue descripto frecuentemente por sus discípulas durante su vida y notado también por las hermanas de su convento en Alba de Tormes durante la última exhumación de su cadáver en 1914, más de trescientos años después de su muerte.
El cadáver de santa Rita de Casia está también fragante después de más de quinientos años. El perfume que se sintió en el cadáver de san Vicente Pallotti al momento de su muerte persistió por un mes en el cuarto en que falleció, a pesar de que se encontraba abierta la ventana. Similar es el caso de san Juan de Dios, excepto que la fragancia que permaneció en el cuarto de su muerte por varios días, fue renovada allí durante muchos años en cada sábado, el día en que ocurrió su fallecimiento.
Flexibilidad
En los cadáveres conservados por momificación, ya sea esta natural, o artificialmente provocada, no se observa el fenómeno de la flexibilidad. Son cadáveres duros y rígidos. La rigidificación de los miembros comienza pocas horas después de la muerte. La mayoría de los santos incorruptos no sufrieron esta rigidez, permaneciendo muchos de ellos flexibles por varios siglos. Así, el beato Alfonso de Orozco, cuyo cadáver estaba flexible doce años después de su muerte; san Andrés Bobola, cuarenta años, y santa Catalina Labouré, cincuenta y siete años después de su muerte.
El cadáver de santa Catalina de Bolonia estaba tan flexible doce años después de su muerte que pudo ser colocado en posición sentada, forma en que aún permanece. El cadáver de la beata Eustoquia Calafato también fue colocado en la misma posición, ciento cincuenta años después de su muerte. El cadáver de san Juan de la Cruz, muerto en 1591, todavía está perfectamente suave.
Sangre fresca
Otro fenómeno que desafía las explicaciones científicas es la emanación de sangre fresca que procede de una buena cantidad de estos cadáveres, muchos años después de su muerte. Fue observado ochenta años después de la muerte de San Hugo de Lincoln, cuando se separó la cabeza del cuello. Nueve meses después de la muerte de San Juan de la Cruz, fluyó sangre fresca de la herida resultante de un dedo amputado.
Durante la exhibición del cadáver de san Bernardino de Siena, que duró veintiséis días después de su muerte, una cantidad de brillante sangre roja salió por su nariz durante el día veinticuatro, como observó y registró san Juan de Capistrano. Durante el examen médico del cadáver de san Francisco Javier un año y medio después de su muerte, uno de los médicos insertó su dedo en una herida y lo retiró con sangre, la cual, como declaró, estaba "fresca e impoluta". La herida mortal sobre la frente de san Josafat sangró veintisiete años después de su muerte.
Cuarenta y tres años después del fallecimiento de san Germán de Pibrac, mientras unos trabajadores preparaban la tumba para otro ocupante, una herramienta que estaban utilizando se resbaló y dañó la nariz del santo, haciéndola sangrar. Y finalmente, cuarenta años después de la muerte de San Nicolás de Tolentino, un hermano lego separó secretamente los brazos de la reliquia. Fue encontrado y seriamente reprendido cuando un copioso flujo de sangre delató el acto sacrílego, suceso que fue aceptado como milagroso por el papa Benedicto XIV.
Luces
Aunque no contribuyó en nada a la preservación de estas reliquias, la aparición de luz en los cadáveres y tumbas de algunos de estos santos señaló dónde se encontraban. La santidad de San Guthlac fue afirmada por muchos testigos que vieron la casa en que murió envuelta con una luz brillante, la cual procedía desde allí y se dirigía hacia el cielo. El perfume que procedía de la boca de san Luis Bertrand en su lecho de muerte fue acompañado por una intensa luz que iluminó su humilde celda por varios minutos. Muchos otros santos fueron favorecidos con esta iluminación, incluyendo a san Juan de la Cruz, san Antonio de Stroncone, y santa Juana de Lestonnac.
Tal vez la manifestación más impresionante ocurrió en la tumba de San Charbel Makhlouf. Muerto en 1898, una luz, que brilló fuertemente por cuarenta y cinco noches en su tumba, fue presenciada por muchos lugareños y finalmente terminó en la exhumación de su cadáver, perfectamente conservado.
Otros fenómenos
El aceite que fluye cada cierto tiempo, durante siglos, del cadáver del Beato Matías Nazzarei de Matelica, fallecido en 1320. El mismo fenómeno se registra en el cadáver incorrupto de la Beata Mariana de Jesús.
Catolicismo
"Los cuerpos de los santos mártires y otros que viven ahora con Cristo, cuerpos que eran sus miembros y templos del Espíritu Santo, que un día se levantarán por Él y serán glorificados en la vida eterna, pueden ser venerados por los creyentes. Dios da muchos beneficios a los hombres a través de ellos." (Concilio de Trento).
Budismo
Si bien estos casos son menos conocidos en Occidente, también existen cadáveres incorruptos en el budismo, los cuales también se presentan con cierta frecuencia, pero tratándose de comprobados casos de momificación, producto del ascetismo. A diferencia de los católicos, los budistas incineran los cadáveres algún tiempo después de su muerte, en concordancia con sus ritos y tradición.
FUENTES: http://misterios.co/ http://es.wikipedia.org/