martes, 20 de septiembre de 2016

LA CRUZ DE LA LOMA


La historia que a continuación se narra, ocurrió hace muchos años en Cuencamé, Dgo.,
Antes de la época de la Revolución mexicana, en tiempos de los hacendados.

Había un hacendado en este lugar muy rico, éste tenía una hija de aproximadamente 18 años, de nombre María Fernanda, joven muy hermosa, la piel blanca cabello largo e intensamente negro, de cuerpo delgado y hermoso. María, como le llamaba su padre, se había enamorado de un campesino llamado Juan, joven amable guapo y muy querido por la gente de aquel lugar. El único defecto que Juan tenía, si es que se le puede llamar “defecto”, era el ser hijo de un campesino; Juan también correspondía al amor de María Fernanda. Todas las tarde Juan Y María Fernanda se reunían cerca de la casa de ella para expresarse su amor, que día con día se hacía más y más grande.

Una tarde en que los enamorados se encontraban reunidos en el lugar de siempre, fueron sorprendidos por el padre de ella, que estaba furioso por el hecho de que el hijo de un campesino hubiese puesto sus ojos en su hija, a lo cual él se oponía terminantemente y así se los hizo saber a ellos. Le prohibió volver a encontrarse, decisión en la cual no estuvieron de acuerdo Juan y María, pero nada pudieron hacer, solamente seguir viéndose a escondidas.

Como el papá de María se dio cuenta de que ellos seguían con sus citas, decidió espiar a Juan y cuando iba a encontrarse con María y cuando llegó al lugar, se plantó con una reata en la mano; todo esto lo observaba María con gran temor. Entonces el hombre se apresuró a golpear a Juan con la reata, sin darle oportunidad de defenderse y diciéndole que le iba a costar la vida el hecho de haberlo desobedecido. María asustadísima sólo lloraba, pero el papá la corrió de su casa amenazándola.


Juan desmayado por los golpes recibidos, yacía tirado en el suelo, ocasión que aprovechó el hacendado para atarlo a su caballo y arrastrarlo hacia las afueras del pueblo. Cuando ya estuvo en despoblado lo mató. Lo que no se imaginó es que su hija lo había seguido. María nunca perdonaría a su padre lo que había hecho.

Bañada en lágrimas, ella misma lo enterró ahí mismo, en la loma donde su padre lo había matado y le puso una cruz de piedra.

Se dice que María murió de tristeza sin haber perdonado a su padre y que el señor recibió un castigo con el desprecio de su hija y de la gente del pueblo.

Después de mucho tiempo, cuando ya los dos: María Fernanda y su padre habían muerto, las personas que pasaban por el lugar donde está la cruz de piedra, escuchaban tropeles de caballos, lamentos y el llanto de una mujer.

Se cuenta que aún se escuchan...

FUENTE: http://www.telepaisa.com/

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