lunes, 30 de abril de 2018

Juan Del Jarro, Leyenda Potosina.


Era un pordiosero del que se decía odiaba el baño, el mes de julio y las riquezas. Se llamaba Juan, la gente lo apellidaba del Jarro, no por ser un borrachín de banqueta sino porque sus únicas pertenencias, que siempre traía a cuestas, eran un sombrero, una estera y un jarro de terracota.

Juan tenía dos características que lo diferenciaban de cualquier pordiosero. La primera es que era un hombre piadoso que repartía sus ganancias diarias con otros menesterosos. Solía ser él quien más miraba por los ancianos desamparados, especialmente los ciegos y los locos.

La otra característica que hacía especial a Juan era su afección por los dichos y las frases llenas de sentido común, ésas que los viejos sintetizan para los jóvenes y los niños. Juan solía tener un refrán en la punta de la lengua, según la ocasión. Tenía una paradoja en la chistera para cuanta sorpresa depararan los días. Esa astucia cotidiana hizo que Juan adquiriera fama de listo que contrastaba con su fama de loco, quien, quitándose prejuicios de clase, compartía con él charla y mesa, hallaba un conversador ameno que parecía tener la vuelta de tuerca a toda experiencia humana. ¿Por qué un hombre dotado mentalmente era pordiosero? Porque odiaba el baño, el mes de julio y las riquezas.


La fama de Juan del Jarro se solidificó con los años: era un loco iluminado, era un listo muy loco, lo cierto es que era amigo de todos. Su fama pronto tomó un tinte sobrenatural. Se decía que era adivino. Mucha gente lo creyó (y lo cree).

Se cuenta que una señorita de casa decente quiso hacer mofa de Juan cuando lo vio pasar por la plaza central. La dama en cuestión estaba convencida de que Juan del Jarro no era más que un charlatán que embaucaba incrédulos para enriquecerse. Al verlo pasar le dijo:
“Dime, adivinador, ¿cómo se llamará el que ha de ser mi esposo?”
“Te casarás, pero no con el padre del niño que llevas en el vientre” –contestó el pordiosero.
Poco después la señorita decente abandonó la ciudad porque la familia descubrió que Juan tenía razón.

La leyenda creció, se decía que Juan podía saber el futuro porque lo escuchaba en su jarro de terracota.

El día que Juan murió, San Luis Potosí rindió un homenaje fastuoso al más pobre de sus ilustres. La leyenda cuenta El jarro tiene la habilidad de conceder deseos, dicen los creyentes.
Comparto esta leyenda de mi ciudad. Adjunto foto de la actual escultura de juan del jarro donde la gente le pone monedas en el jarro y pide deseos.

FUENTE: http://www.gogol.com.mx/

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