Por Gerardo Pagano
País mediterráneo ubicado en el centro del calor de América de Sur, el Paraguay, zona natural de los aborígenes guaraníes, es rico en leyendas que advierten que sus selvas están habitadas por algo más que la variada fauna y flora de la que nos enseñan las enciclopedias.
El yaguareté-abá
Literalmente, el hombre tigre. No se trata, por supuesto, de un tigre asiático, sino de la versión sudamericana de este felino, el jaguar (también llamado yaguar o yaguareté).
Se les conoce como aborígenes que han llevado a cabo un pacto con el Diablo, y por lo tanto con regular frecuencia sufren una metamorfosis nada lejana a la del hombre lobo europeo o el lobisón de Sudamérica. Para realizar la transformación, es necesario que se tiendan sobre un cuero de jaguar durante el principio de la noche, sobre el cual giran de izquierda a derecha hasta quedar convertidos en esta suerte de monstruo. Para regresar a su aspecto original, debe formalizar la operación al revés (es decir, tendidos en el cuero de jaguar, girar de derecha a izquierda). Son completamente carnívoros y antropófagos, extraordinariamente peligrosos para las poblaciones circundantes, las que culpan la desaparición de sus habitantes al yaguareté-abá. Ha sido visto como un tigre de cola corta o sin ella, con la frente carente de pelos, a veces con la mitad anterior animal y la posterior humana. Algunos reportes han mencionado que si bien su cuerpo es de yaguareté, sus extremidades son humanas, lo cual le permitiría acechar desde la impunidad de las arboledas.
El e-yara
El padre de las aguas de los aborígenes guaraníes del Paraguay, se trata de un flamenco de plumas color rojo sangre que aparece repentinamente en los numerosos ríos y lagunas de la región. Su aspecto es majestuoso, y es fama que quienes lo ven quedan encandilados por su belleza. Hay quienes aseguran que es posible oírlo cantar con voz armoniosa y agradabilísima, lo que refuerza su poder de encantamiento.
Tiene preferencia por las jóvenes agraciadas, a quienes seduce con su plumaje rojizo y su voz dulzona, acercándose a ellas mientras lo contemplan. Cuando se encuentra lo suficientemente próximo, el e-yara utiliza sus dotes de brujería y reduce a las jóvenes a un tamaño diminuto, atrapándolas dentro de su pico y llevándoselas consigo a su guarida, la que se ubica en las zonas impenetrables de los esteros y lagunas. Por supuesto, ninguna de las infortunadas víctimas del rapto es vuelta a ver jamás.
El caá-porá
Se trata de un gigante que habita los montes del área guaraní. Es un varón de estatura gigantesca, de extrema pilosidad y enorme cabeza, al que se ha visto fumando una macabra pipa compuesta de un cráneo y huesos humanos. A pesar de su terrible aspecto, el caá-porá puede ser propicio para los hombres que se topan con él, de acuerdo a su comportamiento. Como vive en los sectores más inaccesibles del monte, sólo los cazadores tienen alta probabilidad de encontrárselo. Si el motivo de la cacería es proveerse de alimento, el caá-porá quizás guíe a los perros de presa hasta las fieras, pero si considera que los cazadores se aprestan a dañar a los animales bajo su protección, el caá-porá puede, a su juicio, devorar a los animales que el hombre mata, para que la cacería no tenga éxito, hacerse invisible y golpear a los perros de presa para que pierdan el rastro o sencillamente atacar a los cazadores y asesinarlos, devorándolos luego.
También puede hechizarlo para que pierdan el juicio. Si un cazador regresa de su viaje atontado y con los sentidos adormilados, se sabrá que ha sido víctima de uno de los duraderos embrujos del caá-porá.
El curupí
Un individuo robusto, de baja estatura, provisto de profusos bigotes, vaga por los montes guaraníes especialmente a la hora de la siesta. Su característica peculiar es un enorme miembro viril, extraordinariamente largo, con el que enlaza a sus víctimas (exclusivamente mujeres) y las arrastra hasta su cubil. Su mirada atonta o enloquece a las mujeres que pretende raptar. Para defenderse, éstas portan un cuchillo; si consiguen cortar el miembro viril del curupí, estarán a salvo, ya que sin éste el curupí carece de todo poder. Algunas versiones lo creen antropófago; según éstas, prefiere la carne de los niños y de las mujeres.
De lo contrario, el propósito del rapto es el de preñar a mujeres jóvenes, con el fin de quedarse con los vástagos como forma de reproducción, ya que éstos heredan su anatomía deformada.
El teyú-yaguá
El lagarto-tigre, habitante, junto al e-yara, de las aguas de la región guaraní, es un ser maligno con cuerpo de gigantesco cocodrilo o lagarto y cabeza de tigre o perro. Su misión es la de impedir el tráfico de viajeros y pescadores hundiendo sus canoas y devorando a sus ocupantes. Hay reportes que lo muestran como un enorme cardumen de gran atractivo para quienes viven de la pesca; pero cuando éstos se disponen a comenzar a atrapar a los peces, el teyú-yaguá alcanza su forma definitiva y realiza la siniestra tarea de dar muerte a los pescadores. Vive en aguas profundas y sólo se aventura cerca de los poblados en busca de víctimas.
FUENTE: https://www.aboutespanol.com
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