Ariel Avilés, contó, en base a su propia experiencia, el siguiente relato:
En 1968, él cursaba el segundo año de preparatoria en la Escuela Modelo. A su generación y varios maestros les impactó una entrevista publicada en Milenio Novedades, donde una limosnera que se sentaba todos los días en el portón del Palacio de Gobierno sobre la calle 60, junto a lo que es actualmente el Teatro Daniel Ayala, decía ser una princesa maya de más de 400 años de edad que había sido castigada por un brujo.
La mujer era una pequeña mestiza jorobada, prognata, que caminaba con muletas y pedía caridad en dicho portón extendiendo una jícara. Según su versión, su castigo consistía en tener esa forma física.
Recordó que junto con los maestros Carlos Castro Morales y Juan Adán, él y varios de sus compañeros decidieron vigilar a la mujer, descubriendo que todas las noches, a las 8:30, llegaba por la calle 61 una limusina de la cual bajaban dos mestizos elegantes quienes, tras hacer un gesto de reverencia, la cargaban y la subían al vehículo.
Carlos Castro, narró Avilés, les propuso seguirla para ver a dónde iba. Distribuidos en tres vehículos, 15 personas se estacionaron frente a la Catedral a esperarla.
Siguieron la ruta de la limusina por la Prolongación Paseo de Montejo (en aquel entonces, la última casa de la ciudad estaba donde ahora se encuentra el Súper Akí, antes San Francisco de Asís. Después de eso seguía lo que era conocido como el "nuevo camino a Progreso"), siguiendo hasta llegar a lo que hoy es Villas la Hacienda (Avenida Cámara de Comercio), donde se desvió por una vereda hasta llegar a la hacienda San Antonio Cucul.
"A nadie se le ocurrió que había que apagar las luces", recordó entre risas el maestro Avilés, ya que estaban siguiendo a la limusina en un camino no pavimentado y desierto.
Llegaron a la casa principal de la hacienda pero el vehículo siguió, ya en monte abierto.
La limusina dobló repentinamente en una curva, y los jóvenes retrocedieron para tomarla, pero sus tres vehículos se pararon al mismo tiempo y se negaron a arrancar de nuevo.
"Hubo gritos, llantos... seguro a algunas personas los esfínteres se les aflojaron", narró Avilés.
Tras 20 minutos, continuó, los automóviles volvieron a funcionar.
Los jóvenes decidieron dar vuelta atrás y llegaron a "La Reina Itzalana", en Santiago, para cenar y mitigar el terror que acababan de experimentar, y decidieron no volver a saber nada más sobre aquella limosnera.
FUENTE: http://www.informaciondelonuevo.com
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