lunes, 16 de julio de 2018

El misterioso monstruo de Sutton.


Demos un salto atrás en el tiempo, a fin de reanudar el hilo de  nuestra historia con un caso verdaderamente alucinante.

Otro de los casos del drama platillista se produjo el 12 de setiembre de 1952 y todavía no ha recibido explicación. La noche del día citado, que era un viernes, en el Estado de Virginia se vio al atardecer un objeto resplandeciente que cruzó el cielo ante millares de testigos. Entre ellos se hallaban Mrs. Kathleen, sus tres hijos y Gene Lemon, miembro de la Guardia Nacional, de diecisiete años de edad. Todos ellos vivían en la población de Sutton. A todos ellos les pareció que el objeto había caido en una colina próxima, aunque no podían asegurarlo.

Cuando ascendieron la loma ya era noche cerrada, por lo que Gene Lemon encendió su lámpara eléctrica. Lo primero que les llamó la atención fue un olor desagradable y asfixiante. Conforme se iban acercando al lugar donde suponían que había caído el objeto, la luz de la linterna hizo brillar dos ojos. El joven Lemon, creyendo hallarse ante una lechuza, la enfocó.

A la plena luz de la lámpara apareció una enorme figura, de casi tres metros de altura, con la cara roja y sudorosa y los ojos saltones, con una separación entre sí de más de un palmo. El corpachón del monstruo aparecía de color verde, con un suave brillo mate. De repente, lanzó un extraño silbido y se dirigió hacia él con paso elástico, como si se tratase de los botes de una pelota.


Los muchachos y Mrs. May, aterrorizados, pusieron pies en polvorosa colina abajo. Mrs. May corrió a telefonear al sheriff y mientras tanto su madre advirtió que las caras de sus nietos estaban cubiertas por una extraña sustancia viscosa. Al poco rato, se sintieron enfermos, con náuseas, y terminaron vomitando. Poco tiempo después se les hinchó el cuello.

La niebla empezaba a cubrir la colina cuando llegó el sheriff. Por dos veces intentó que sus perros le llevasen hasta el lugar donde había sido visto el monstruo. Los canes huían cada vez aullando y con el rabo entre piernas, por lo que el sheriff decidió esperar a la mañana siguiente.

El estado del Lemon se agravó durante la noche. Fue presa de débiles convulsiones, que lo mantuvieron toda la noche despierto. Su garganta se encontraba extrañamente inflamada, lo mismo que la de los hijos de Mrs. May. El médico que los visitó comparó aquellos efectos con los que podría haber producido el gas mostaza.

Según manifestó un miembro del consejo de administración de la escuela local, una extraña máquina despegó de la cumbre de la colina poco después del amanecer. El sheriff y sus hombres, cuando registraron aquella zona, encontraron huellas en el suelo, la hierba estaba aplastada y había unos pedazos de algo que parecía plástico negro. Pero no hallaron rastros de la terrorífica aparición que habían descrito Mrs. May y los muchachos.


Cuando los periodistas pidieron al ATIC su opinión acerca del monstruo de Sutton, los técnicos del Proyecto Bluebook eludieron la pregunta diciendo que se trataba simplemente de una alucinación creada por un meteoro que cruzó sobre la comarca y que ni siquiera tenían intención de molestarse enviando investigadores.

Sin embargo, las Fuerzas Aéreas no hicieron caso omiso al informe de Sutton, ni mucho menos. Para obtener todos los detalles que les interesaban sin llamar la atención, se valieron de la Policía del Estado de Virginia Occidental. Después, dos agentes vestidos de paisano y haciéndose pasar por periodistas, interrogaron a los testigos.


Algunos meses después, en enero de 1953, Keyhoe se enteró de la verdad sobre el asunto de Sutton. Según las informaciones secretas que había recogido el ATIC, en primer lugar el objeto que Mrs. May y los chicos habían visto no era en realidad más que un meteoro, que, al desaparecer en su carrera tras la colina, les dio la falsa impresión de que aterrizaba en ella. En segundo lugar, los ojos brillantes pertenecían efectivamente a una lechuza y, por último, el enorme cuerpo del monstruo no era más que un vulgarísimo tronco de árbol que, a la sobreexcitada imaginación de los testigos, apareció bajo aquella forma terrorifica. Y como colofón, los trastornos físicos del pobre Lemon tenían su origen, pura y simplemente, en el miedo que había experimentado (a pesar de que en el dictamen del médico no se afirmaba tal cosa). Un punto quedó por aclarar, puesto que los investigadores civiles que examinaron la cumbre de la colina descubrieran allí unas huellas que no confirmaban en absoluto la hipótesis del ATIC).

FUENTE: http://www.laentradasecreta.com

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