jueves, 9 de marzo de 2017

El párroco que buscaba fantasmas.


Al cura gallego Ricardo Sánchez y Varela se deben las primeras investigaciones que salieron a la luz sobre fenómenos poltergeist en España, es autor de Eva y María, una de las primeras obras divulgativas sobre sucesos paranormales y combinó sus funciones de párroco en Melide con su particular afición a lo desconocido.
TEXTO Jesús J. Blanco

Antes de que los espacios sobre el mundo del misterio copasen las audiencias de la radio y la televisión, mucho antes de que los nombres de distintos comunicadores se convirtiesen en referentes casi obligados de este campo de investigación y de que la fenomenología paranormal apareciera entre los temas más buscados en Internet, un humilde párroco de Melide, formado en los Jesuitas, dedicaba el poco tiempo libre que le dejaban sus funciones religiosas a desplazarse por las villas y aldeas de Galicia en busca de lo desconocido. Su nombre era Ricardo Sánchez y Varela, y a él se deben algunas de las primeras investigaciones sobre fenomenología paranormal conocidas en España Casos espectaculares de fenómenos polstergeist ocurridos en Galicia, como el de la Casa do Demo, en Anllóns (Ponteceso) o el encantamiento de la Casa de Varela en Borraxeiros, Agolada, seguramente habrían caído en el olvido de no ser por el interés que despertaron en el religioso.


Haciendo gala de la formación científica que los jesuitas inculcan a sus discípulos, este precursor de la investigación paranormal trataba siempre de documentar las investigaciones sobre esta temática publicadas en sus obras con los testimonios y pruebas que reunía personalmente.

Además de utilizar fuentes documentales y periodísticas, su particular interés le llevaba a hacer un exhaustivo trabajo de campo, desplazándose a esos lugares donde ocurrían cosas extraordinarias y en los que siempre trataba de entrevistar a testigos presenciales de los hechos.

Sánchez y Varela nació en Roade (Sobrado de los Monjes) en el año 1874, en la denominada Casa Grande de Golmar, una vivienda palaciega que databa de siglo XVI, y que, a pesar de su estado ruinoso, todavía se conserva en pie. Su padre, Benito Sánchez Freire, era abogado y diputado carlista, y estaba casado con Elisa Varela Lauga, perteneciente a una familia adinerada natural de Santo Tomé de Salto. Sus posesiones, además de Roade, se extendían por las parroquias de Melide, Mondoñedo y Furela. En esta última los padres de Ricardo tenían una prestigiosa fábrica de curtidos que él heredaría cuando éstos fallecieran.


Sánchez y Varela más adelante también frecuentó Santiago de Compostela, donde su tío Timoteo, reconocido como uno de los más notables cirujanos del siglo XIX, ejercía como profesor de la Facultad de Medicina.

El protagonista de este reportaje se inició en la vida religiosa en sus años de juventud, no está muy claro si por verdadera vocación o incitado por sus padres, ya que en aquellos años era habitual tener al menos un hijo cura en las familias de cierto abolengo. Probablemente la holgura económica de la que disfrutaba le permitió costearse estudios de Teología y Derecho en dos prestigiosas universidades regentadas por los jesuitas, la de Deusto, en Bilbao, y la de Valladolid, en la capital pucelana, graduándose en ambas disciplinas.


TRAS LO DESCONOCIDO

Llegaría después, en 1912, su ordenación como sacerdote y le sería asignada la parroquia de Melide (A Coruña), en la que permanecería más de 30 años. Fue entonces cuando desarrolló un creciente interés por lo desconocido, un interés que le llevaría a la recopilación minuciosa de casos e historias relacionadas con fenómenos paranormales, a través de conversaciones que él mismo mantenía con el variado elenco de personas que se cruzaba en su camino sacerdotal: gentes sencillas del ambiente rural, familias adineradas de la burguesía o, como él, de viejas casas señoriales, pero sobre todo clérigos, seminaristas y otros hombres y mujeres vinculados de alguna manera a su parroquia. Su propósito era reunir estos hechos en una monografía que le llevaría varios años terminar. A partir de los casos que fue identificando comenzaron sus “excursiones” a lugares recónditos y muy distantes de su feligresía, como la aldea de Anllóns, o a Borraxeiros, en el municipio pontevedrés de Agolada, con el fin recabar informaciones sobre los fenómenos que investigaba, dejando perplejos a los lugareños.

EVA Y MARÍA

Finalmente, Sánchez y Varela publicaría el resultado de sus investigaciones en la obra Eva y María, que constituye uno de los primeros estudios sobre investigación paranormal realizados en España. Tanto el peculiar subtítulo que acompañaba al encabezamiento, Fenómenos diabólicos y milagros que demuestran el cumplimiento de la promesa hecha en el paraíso, como la dedicatoria a la Virgen María, a quien le pedía expresamente que su “humilde trabajo” sirviera para “gloria de su Divino Hijo y salvación de algunos”, dejan patente la necesidad de justificar el interés por lo paranormal en aras de fomentar la fe, ya que probablemente este tipo de indagaciones no eran bien vistas por la jerarquía eclesiástica, ni tampoco por muchos fieles. En su primera edición, publicada en 1925 por la hoy desaparecida Tipografía Católica Cassals, la obra constaba de una introducción y dos partes bien definidas. La primera, que llevaba por título “El árbol de la ciencia del bien y del mal”, pasaba revista, en palabras del autor, “a las variadísimas en que Satanás da pruebas de su existencia”. Si bien matizaba a continuación: “Sólo hace el diablo lo que Dios le permite”. Es lo que hoy en día que podría considerarse un tratado de fenomenología paranormal no religiosa y con ciertos matices oscurantistas. En su desarrollo el autor distinguía “diversos tipos de obsesiones” en función de su naturaleza: con el vulgo, con los santos, originadas por el trato con Satanás y, por último, aquellas que guardaban relación con sortilegios. La segunda parte de la obra, “Redención de la humanidad, por medio de María y su linaje”, estaba dedicada a apariciones marianas y a diversas tipologías de milagros religiosos.


A pesar de la relación con lo desconocido de los hechos descritos, trató de aplicar de forma rigurosa la metodología científica inherente a su formación en la Compañía de Jesús:

“Los hechos prodigiosos en que he de fundamentar mis argumentos serán solamente los que hayan pasado por el crisol de la más severa crítica o estén tomados de muy buenas fuentes de información, para que de esta manera, respetando el juicio que nos mande tener la Iglesia acerca de su naturaleza y autenticidad, nos puedan servir como de premisas de las que se deducirá cuán exacto cumplimiento ha tenido la promesa de que una segunda Madre del linaje humano había de aplastar la cabeza de la serpiente que había engañado a nuestra primera madre” .

En ediciones posteriores, la primera parte de la obra se convirtió en la segunda y, curiosamente, fue eliminado en su totalidad el episodio dedicado a la casa encantada de Anllóns, y los capítulos que tenían que ver con posesiones demoníacas.


BIBLIOTECA DEL MISTERIO

“Los datos científicos que utiliza y la constante cita de autores de todo tipo nos invita a pensar en una persona erudita y que se mueve en una amplia biblioteca”, señalaba el también sacerdote e investigador Manuel Mejuto Sesto, en un estudio biográfico sobre el prelado . En efecto, la obra Eva y María es abundante en referencias a obras destacadas sobre magia y ocultismo, la mayoría de ellas coetáneas a su tiempo y con un marcado predominio de autores franceses.

Se trata de títulos muy raros, casi desconocidos, algunos de ellos casi inencontrables en nuestros días, tales como Histoire du Merveilleux, de Luis Figuier, Traité de Métapsichique, del profesor de Medicina Carlos Richet, Quelques proces de Sorcellerie, de Jeanniard du Dot, Le libre des Mediums, de Allan Kardec o Manifestations Diaboliques Contemporaines, de Manuel de Rouge. También aparecen obras realizadas en España como El Infierno, de Monseñor Segur, El Milagro, de Juan Mir, o La epopeya de Lourdes, del padre Ugarte Ercilla. Pero tal vez lo más significativo es la abundancia de testimonios tomados de la prensa.


Aunque sería muy interesante dar con este Archivo del Misterio de Sánchez y Varela, las pesquisas realizadas no dieron fruto por el momento, y es bastante probable que con el paso de los años estas reliquias se hayan perdido o dispersado por diversas localizaciones.

Muy lejos de la imagen siniestra que se suele atribuir a aquellas personas que se acercan al mundo del misterio, los feligreses que aún le recuerdan describen al antiguo párroco de Melide como una persona muy piadosa, de comunión diaria, de carácter cordial y alegre, pero firme en sus convicciones cuando debía serlo. Los vecinos lo conocían como “Don Ricardo da Fábrica”, por ser, como se indicó, el heredero de la fábrica de curtidos de Furelos. Pero sobre todo se hizo famoso en la comarca por sus generosas donaciones y obras de caridad, pues no le importaba desprenderse de muchas de sus posesiones para dárselas a los necesitados e incluso llegó a asignarles rentas mensuales a mendigos y personas sin recursos. Así lo recordaba Mejuto Sesto, quien tuvo ocasión de ver a Don Ricardo mientras cursaba estudios en el seminario lucense de Mondoñedo: “Una vez al año, pasaba por aquel centro un sacerdote anciano, enjuto, bajo en estatura, de aspecto sin embargo distinguido y fino, que jamás e olvidaba de  dejar un aguinaldo de cien pesetas para cada uno de los alumnos melidenses que allí estudiábamos”. Aclaraba a continuación que por aquel entonces cien pesetas eran aproximadamente la tercera parte de un salario mensual. En 1940, tras ejercer más de 30 años como párroco en Melide, y aquejado por los problemas de salud propios su edad, Sánchez y Varela se retiró a Pontedeume, donde aún tuvo energías para contribuir a la realización de importantes obras benéficas, entre ellas la fundación del Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en el que pasó sus últimos días dedicado a la meditación y la oración.

Aún estaba con vida cuando en 1957, en agradecimiento por su actividad benéfica, la corporación municipal acordó ponerle el nombre de Ricardo Sánchez a una céntrica avenida por la que el clérigo paseaba con frecuencia. Murió a los 90 años, en 1964, siendo enterrado en el cementerio de Pontedeume.


TUMBAS SIN NOMBRE

Llama la atención que, a pesar de su labor filantrópica y de las instituciones que ayudó a crear en Pontedeume, el rastro de Ricardo Sánchez y Varela parece haber desaparecido de la localidad. Sorprende especialmente que, en las dotaciones que ayudó a financiar, ni siquiera los más ancianos recordasen su nombre, y que no tuviera allí ninguna placa o monumento. Esta misteriosa desaparición de su rastro llega incluso hasta el cementerio. La parcela propiedad del asilo donde reposan sus restos se encuentra justo a la entrada del camposanto y en ella hay tres sepulcros, pero en ninguna de las lápidas figura nombre alguno. Para Pedro Díaz, cura párroco de Pontedeume ya retirado y muy cercano a Sánchez y Varela en los años que pasó en la localidad, no hay nada de extraordinario tras esta aparente “tábula rasa”. Recuerda el ex sacerdote que en todas las donaciones de capital para obras benéficas que realizó, Ricardo siempre le daba el dinero a otra persona, que era quien figuraba como benefactor. De hecho, a él le entregó un total de 35.000 pesetas para comprar el solar donde hoy se levanta la Casa de Ejercicios Espirituales. Haciendo gala de la máxima bíblica: “Que tu mano derecha no se entere de lo que hace tu mano izquierda”, el prelado habría preferido quedar en el anonimato por propia voluntad. Es posible que fuera así, pero tal vez exista otra respuesta. El propio Pedro Díaz había declarado unos años antes al investigador Manuel Mejuto que Don Ricardo le había cedido a él los bienes que aún le quedaban, con la intención de que continuase con la labor benéfica y filantrópica que le había caracterizado en vida, pero esta previsión no se cumplió. Sorprendentemente, o quizás no tanto, el arzobispo de Santiago, Quiroga Palacios, intervino para modificar el testamento y contraviniendo la voluntad de Don Ricardo, le dejó todo el legado a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados que regentaban el asilo creado por el sacerdote. Cuentan los más ancianos de Melide que las monjas vendieron todos los bienes recibidos por el prelado a una conocida y poderosa familia de la parroquia de Arca por un precio módico, considerando el valor de las propiedades que adquirían, entre las que se encontraba la prestigiosa fábrica de curtidos de Furelos.

No sería extraño que se hubiera intentado borrar la memoria de nuestro protagonista para que el embarazoso asunto quedara olvidado cuanto antes. Y en apariencia el objetivo se logró, pues a día de hoy casi nadie recuerda ya a un hombre, que además de caracterizarse por su generosidad, hizo gala de una curiosidad incesante, de ese afán de conocimiento que define a los exploradores de lo desconocido.

FUENTE: http://www.revistaenigmas.com

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