miércoles, 2 de agosto de 2017
REPORTE ESPECIAL 2
Tal y como leíamos en la publicación pasada, el planeta está sufriendo, nos estamos acabando el hogar donde vivimos, la Madre Tierra nos está enviando señales de que está agonizando, tal vez lo veas muy dramático pero haz conciencia también es tu casa.
Jorge Carrasco, director de Climatología de la Universidad de Chile y especialista de la Dirección de Meteorología explica que los principales gases tipo invernadero son el dióxido de carbono, que proviene de la quema de combustión derivados del petróleo y fósiles que usan principalmente las industrias y automóviles; y el otro es el metano, que se produce por la actividad agrícola. Además lo otro que contribuye a la contaminación atmosférica, según el especialista, es el cambio por el uso de suelo.
"Cuando destruimos bosques estamos eliminando partículas de CO2, todo eso hace que la actividad humana contribuya a la concentración de estos gases y que hayan aumentado en forma potencial en el último tiempo", sostiene.
"Cuando sube la temperatura de la atmósfera, también lo hace su capacidad de absorber vapor de agua y con ello también los volúmenes de precipitación. A su vez, ocurren cambios en la circulación de la atmósfera, por lo tanto, hay lugares que se van a ver afectados por un déficit de precipitación, porque éstas van a ser más intensas y de menor duración. Por otro lado, un ambiente más cálido, por ejemplo, hace que la superficie de hielo y nieve se empiece a derretir, como ya ocurre en varias partes del mundo, como en la península Antártica y prácticamente en el 90% de los glaciares del mundo. Todo esto hace que el nivel del mar suba, además afecta los ecosistemas, la biodiversidad, el comportamiento de los animales, las aves, las plantas florecen antes, todas son consecuencias indirectas de un cambio climático", profundiza.
Vientos huracanados, lluvia torrenciales y olas de calor.
Estos fenómenos meteorológicos podrían pasar a ser un patrón común en nuestros mapas del tiempo si no se pone freno al deshielo del ártico, según ha alertado Greenpeace hoy en su último informe sobre las consecuencias del deshielo del Ártico en España.
La organización muestra en su informe que se puede producir un aumento en los fenómenos extremos tanto en periodos secos como en aquellos más asociados a la precipitación. Según señala esta investigación, un estudio en 2012 ya vinculó el calentamiento del Ártico con este tipo de consecuencias climatológicas en las latitudes medias del planeta.
Estos fenómenos climáticos alertan, además, de un mayor riesgo de incendios en un futuro debido a que las temperaturas máximas subirían entre 5 y 8º C a lo largo de este siglo y las precipitaciones y la humedad disminuirían en la zona mediterránea.
En concretó, la tendencia actual el área de superficie quemada será en 2100 entre 3 y 5 veces superior a la actual. Este aumento se centraría, sobre todo, en el área de la zona pirenaica.
En nuestro país, algunos de los incendios más graves se han producido en días que han coincidió con olas de calor. Así, los ocurridos en 2012 en las localidades valencianas de Andilla y Corté de Pallás, y que en total sumaron 49.000 hectáreas, tuvieron lugar en días que alcanzaron temperaturas superiores a los 40ºC.
Los fenómenos climáticos extremos también irán acompañados de un aumento de plagas y otras
enfermedades infecciosas propagadas por mosquitos.
El cambio climático puede provocar escenarios adecuados para la implantación del mosquito de la fiebre amarilla, la extensión del mosquito tigre a zonas situadas más al norte de la península, así como una mayor predisposición a la introducción de la malaria. De hecho, el informe revela que el delta del Ebro presenta características favorables para la reaparición esta enfermedad.
Además, el deshielo incrementará el coste de los países en adaptación de medidas para frenar el incremento del nivel del mar. En España, Holanda, Alemania, Francia, Bélgica y Dinamarca e Italia los costes podrían situarse en 17.000 millones de euros anuales en 2100.
El concepto de lluvia ácida engloba cualquier forma de precipitación que presente elevadas concentraciones de ácido sulfúrico y nítrico. También puede mostrarse en forma de nieve, niebla y partículas de material seco que se posan sobre la Tierra.
La capa vegetal en descomposición y los volcanes en erupción liberan algunos químicos a la atmósfera que pueden originar lluvia ácida, pero la mayor parte de estas precipitaciones son el resultado de la acción humana. El mayor culpable de este fenómeno es la quema de combustibles fósiles procedentes de plantas de carbón generadoras de electricidad, las fábricas y los escapes de automóviles.
Cuando el ser humano quema combustibles fósiles, libera dióxido de azufre (SO2) y óxidos de nitrógeno (NOx) a la atmósfera. Estos gases químicos reaccionan con el agua, el oxígeno y otras sustancias para formar soluciones diluidas de ácido nítrico y sulfúrico. Los vientos propagan estas soluciones acídicas en la atmósfera a través de cientos de kilómetros. Cuando la lluvia ácida alcanza la Tierra, fluye a través de la superficie mezclada con el agua residual y entra en los acuíferos y suelos de cultivo.
La lluvia ácida tiene muchas consecuencias nocivas para el entorno, pero sin lugar a dudas, el efecto de mayor insidia lo tiene sobre los lagos, ríos, arroyos, pantanos y otros medios acuáticos. La lluvia ácida eleva el nivel acídico en los acuíferos, lo que posibilita la absorción de aluminio que se transfiere, a su vez, desde las tierras de labranza a los lagos y ríos. Esta combinación incrementa la toxicidad de las aguas para los cangrejos de río, mejillones, peces y otros animales acuáticos.
Algunas especies pueden tolerar las aguas acídicas mejor que otras. Sin embargo, en un ecosistema interconectado, lo que afecta a algunas especies, con el tiempo acaba afectando a muchas más a través de la cadena alimentaria, incluso a especies no acuáticas como los pájaros.
La lluvia ácida también contamina selvas y bosques, especialmente los situados a mayor altitud. Esta precipitación nociva roba los nutrientes esenciales del suelo a la vez que libera aluminio, lo que dificulta la absorción del agua por parte de los árboles. Los ácidos también dañan las agujas de las coníferas y las hojas de los árboles.
Los efectos de la lluvia ácida, en combinación con otros agentes agresivos para el medioambiente, reduce la resistencia de los árboles y plantas a las bajas temperaturas, la acción de insectos y las enfermedades. Los contaminantes también pueden inhibir la capacidad árborea de reproducirse. Algunas tierras tienen una mayor capacidad que otras para neutralizar los ácidos. En aquellas áreas en las que la «capacidad amortiguadora» del suelo es menor, los efectos nocivos de la lluvia ácida son significativamente mayores.
La única forma de luchar contra la lluvia ácida es reducir las emisiones de los contaminantes que la originan. Esto significa disminuir el consumo de combustibles fósiles. Muchos gobiernos han intentando frenar las emisiones mediante la limpieza de chimeneas industriales y la promoción de combustibles alternativos. Estos esfuerzos han obtenido resultados ambivalentes. Si pudiéramos detener la lluvia ácida hoy mismo, tendrían que transcurrir muchos años para que los terribles efectos que ésta genera desaparecieran.
El hombre puede prevenir la lluvia ácida mediante el ahorro de energía. Mientras menos electricidad se consuma en los hogares, menos químicos emitirán las centrales. Los automóviles también consumen ingentes cantidades de combustible fósil, por lo que los motoristas pueden reducir las emisiones nocivas al usar el transporte público, vehículos con alta ocupación, bicicletas o caminar siempre que sea posible.
Como puedes observar hay muchas formas de atacar al planeta y estas han sido unas de ellas, en la próxima publicación te mostraremos más sobre éste veneno que hace que todos corramos peligro y el riesgo de desaparecer para siempre.
FUENTES: http://noticias.universia.cl http://www.lainformacion.com http://www.nationalgeographic.es
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