jueves, 25 de agosto de 2016

El monstruo invitado: el Tanuki


Aunque su aspecto recuerda al del mapache, y frecuentemente se le confunde como tal, el tanuki –Nyctereutes Procyonoides– es de la familia de los perros- canidae. De hecho, es la especie de cánido más arcaica que ha sido capaz de sobrevivir hasta la fecha.

Son originarios de China y Japón pero, desde hace medio siglo se pueden encontrar ejemplares en las regiones occidentales de la antigua Unión Soviética y este de Europa debido al lamentable negocio de las pieles.

El tanuki, guarda mucha relación con otro de los personajes clave del folklore japonés, el zorro- kitsune– sin embargo, en líneas generales, tradicionalmente se le ha considerado de forma mucho más positiva que el anterior.


Su fama habla por ellos, juguetones, inquietos, traviesos, pero en la mayoría de ocasiones, totalmente inofensivos.

Al igual que su “hermano”, el kitsune, tiene la habilidad de disfrazarse y cambiar de forma cuando desea, herramienta que le viene fantásticamente bien para engañar al ser humano y conseguir alimento, bebida o llevarse al catre a alguna mujer distraida. Vamos, todo un hedonista.

Pueden adoptar formas humanas, pero su especialidad son los objetos inanimados. El parecido es tan certero que es prácticamente imposible distinguirlos, salvo que tengamos la buena suerte de quemar o pinchar el objeto por error, con la consiguiente reacción y transformación del animal.

Si hay una parte del cuerpo del tanuki característica, que los hace especiales, son sus testículos, desproporcionadamente enormes. Esta fisiología la encontramos en el animal real, pero es en la tradición donde se explota esta característica hasta la exageración más divertida.

Se han escrito muchas líneas o pintado muchos grabados acerca de este tema, ya que la utilidad de esta curiosidad genética es muy variada. Los tanukis, especialmente una variedad muy inteligente de ellos, el mamedanuki, tienen la capacidad de estirar su escroto con múltiples finalidades: utilizarlo como tambor, como manta o choza para protegerse del frío, como capa planeadora- como vimos en la película del estudio Ghibli, Pompoko-, como arma para defenderse de agresiones, como futón o asiento, como barca para desplazarse por los ríos o incluso como diana para practicar el tiro al arco.


Seguro que si habéis visitado Japón, habréis visto en alguna ocasión una de estas estatuas de cerámica que se encuentran en la entrada de restaurantes o vivienda particulares que representan a los tanuki. Son todas muy parecidas, y reúnen ocho atributos de la buena suerte, un gran caparazón de tortuga, a modo de sombrero, en la cabeza, ojos grandes, larga sonrisa, una botella de sake en una mano y bolsa vacía en la otra, gran estómago, cola larga y testículos que tocan el suelo. Actualmente, por desgracia, como vivimos en la era de lo políticamente correcto, las nuevos diseños, omiten su principal rasgo distintivo, los kintama, es decir, los cataplines, bolas, canicas, huevos, nueces, gemelos, los mismísimos, o como quieras llamarlos. Una pena.


El tanuki en los relatos

Son muchas las historias o relatos populares que han circulado oralmente durante años y años de historia. Algunas de estas historias son ambiguas y según la región pueden estar protagonizadas bien por zorros bien por tanukis. Veremos, en algunos casos animales serviciales o simpáticos y en otros verdaderos monstruos.

Uno de los relatos más conocidos es el llamado Bunbukuchagama– algo así como “burbujeante felicidad como una tetera hirviendo” y en él se cuenta la historia de un hombre que caminando por el monte encuentra a un tanuki prisionero de una trampa. Movido por el lamento del animal, lo libera. Esa misma noche, el tanuki hace una visita a la casa de su salvador decidido a recompensarle por su buena acción. Tiene una idea, se convertirá en una preciosa tetera que podrá vender y sacar algo de dinero a cambio. Dicho y hecho, el animal se convierte y a las pocas horas, el hombre consigue un buen precio por ella, vendiéndola a un monje. Una vez en casa, el monje, ansioso por probar el sabor del té en su nueva propiedad, pone a hervir el agua en la tetera. A los pocos minutos el tanuki no puede aguantar más y escapa corriendo, a medio transformar. Vuelve a encontrarse con su salvador y le propone otra idea ¿por qué no montar un espectáculo donde una tetera baile y corra por la cuerda floja? El negocio es todo un éxito, el hombre deja de ser pobre y el tanuki consigue un nuevo amigo. Una vez muere, se queda convertido en tetera para siempre.


El templo Morinji en Tatebayashi, Gunma, tiene otra versión. Aquí, el tanuki se convierte en sacerdote que porta una tetera que nunca se vacía. Este templo mantiene que todavía conserva esta tetera.

Otro relato conocido, pero mucho más tenebroso, es Kachi-kachi Yama– montaña chasqueante.

Cuenta la historia que un hombre atrapó a un tanuki y lo llevo a casa para que su mujer preparara un guiso con él. El cazador, dejó al animal atado en un árbol de su jardín y volvió al monte para seguir cazando. Muy cerca de él, la mujer tenía ciertos problemas para golpear el mochi que estaba preparando- ya vistes como se consigue la textura del mochi al final de este video– y el tanuki, muy astuto, le rogó que le liberara y que a cambio de su ayuda prepararía el mochi por ella. La mujer accedió pero no obtuvo más recompensa que la muerte a manos del animal y el pesado mazo que estaba utilizando para preparar el mochi. Vengativo, no se conformó con esto y urdió un retorcido plan. Se transformó en la mujer que acababa de asesinar,preparó una sopa con la carne de ésta y esperó a la llegada de su captor. Sirvió el plato y una vez el comensal terminó de comer, volvió a su forma original y confesó, con una sonrisa maligna, todo lo que había sucedido.

La historia sigue con un conejo, amigo de la familia, que promete vengar a la mujer pero de una forma también retorcida, haciéndose pasar por amigo del tanuki y torturándolo de diferentes formas, como soltar un nido de abejas sobre él y “curar” las picaduras con pimientos picantes o mediante la acción que da título al relato, quemar la yesca que transportaba en la espalda el tanuki, con el consiguiente kachi-kachi– sonido de las hierbas ardiendo. El tanuki, incapaz de sentir el cambio de temperatura por el efecto de las picaduras y su “medicina”, preguntó a su “amigo” por aquel curioso sonido, a lo que el conejo respondió, eso es la montaña kachi-kachi, y no está lejos de ahí, ¡no me sorprende que puedas oírla”. Al poco tiempo, el fuego alcanzó su espalda y le provocó quemaduras bastante serias, pero sin acabar con su vida. Todavía le quedaría sufrir unas cuantas desgracias más hasta que en una carrera de botes en el río, con el tanuki a punto de ahogarse, el conejo desveló su verdadero plan y los motivos de sus acciones.


Otro relato, también conocido es Shojoji Tanuki Bayashi que cuenta la historia de un grupo de tanukis que se divertían asustando y expulsando a los sacerdotes de un templo, transformándose en diferentes youkai– espectruos/monstruos. Un día, llegó un nuevo sacerdote, Wako, al que le no afectaban estas apariciones y se mantuvo impasible, sin abandonar el templo. Como el terror ya no funciona, los tanukis empiezan a organizar fiestas y hacer mucho ruido por las noches para provocar que de esta forma, Wako se marche. No sólo no se marcha sino que se acerca a los tanukis y reta al líder a un duelo de “ruido”, el sacerdote utilizando su shamisen– instrumento de tres cuerdas similar al banjo-, el tanuki con su estómago – o testículos- a modo de tambor. Empieza la batalla y el tanuki con tal de vencer progresivamente golpea con más fuerza su cuerpo hasta que provoca su muerte. Wako, prepara un funeral en su honor y se termina este curioso episodio.


Las guerras con los zorros

Como he comentado antes, los zorros y los tanukis tienen mucho en común, son los únicos animales de la tradición japonesa que tienen estos poderes de transformación de forma inmediata, y debido a su personalidad y ambición, no resulta raro pensar que están condenados a unirse- frente a sus enemigos los perros- o a enfrentarse en batalla.

¿Recuerdas el duelo entre Merlín y la bruja Mim en la película de Disney The Sword in the Stone– Merlín, el encantador en España? Pues así son exactamente los enfrentamientos entre estos dos mágicos animales. Duelos de inteligencia y habilidad para vencer al rival transformándose en diferentes animales y criaturas. Tradicionalmente los zorros son mucho más poderosos pero la capacidad de engaño de los tanukis ha conseguido equilibrar la balanza a lo largo de los siglos.


Seguramente la batalla más famosa es la de la isla de Sado, con Danzaburo Danuki y los tanukis como protagonistas, tratando de evitar la invasión de los zorros. Se dice de este personaje, legendario pero posiblemente basado en una persona real, que trajo los tanukis a la isla y que en el fondo no era más que un bakedanuki – un tanuki que se transformaba en humano- que tenía el sueño de vivir en una isla con los suyos, libres de perros y zorros.

Hay muchísimas historias que hablan de estos enfrentamientos épicos, pero todas terminan con la incapacidad de los zorros por hacerse con el territorio. Actualmente, en la isla de Sado y- según el gran Shigeru Mizuki- hay muchas especies de tanuki pero ninguna de zorro.

FUENTE: https://creativoenjapon.com

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