martes, 22 de octubre de 2019

BORIS KARLOFF: EL MONSTRUO Y EL HOMBRE


William Henry Pratt –– el nombre real de Karloff –– nació en Londres. Inglaterra, en 1887, hijo de Edward John Pratt Jr. y su tercera esposa, Eliza Sarah Millard. Al ser el menor de nueve hermanos, su camino parecía trazado, pues la mayoría de ellos eran parte del servicio diplomático británico; el mayor, Sir John Thomas Pratt, ya era un importante funcionario cuando el pequeño William cursaba la escuela primaria. Por Francisco Herrera Coca

AL OTRO LADO DEL ATLÁNTICO

Pero al joven no le interesaba la carrera familiar y deliberadamente falló un examen para conseguir una plaza en la embajada de la Gran Bretaña en China. Su sueño era otro: ser actor, aunque para ellos debía antes cruzar el Atlántico.

El joven Pratt lanzó una moneda al aire para definir su próximo destino: Canadá o Australia. Ganó el país americano y abordó un barco con sus sueños de actor como único equipaje. En Canadá, Pratt fue granjero, minero, chofer y jardinero, entre otros oficios en los que no duró más de medio año. Uno de sus últimos trabajos fue como encuestador para un censo; eso lo llevó a viajar fuera de las ciudades, y en una de esas salidas conoció a un agente de teatro al que le presumió un currículum ficticio como actor. El agente le creyó todo y contrató al joven, quien tras una década en Canadá por fin iniciaba una carrera que lo llevaría a convertirse en uno de los grandes actores de su época.

Pero Pratt se había alejado de su familia por temor a avergonzarla con su profesión de actor, la cual no era considerada apta para un joven aristócrata, de modo que tomó el nombre de uno de sus antepasados por el lado materno, e inventó un apellido. Así nació Boris Karloff.


¡ESTÁ VIVO!

Los estudios Universal, tras el enorme triunfo obtenido con la película Drácula en 1931, compraron los derechos de la novela Frankenstein de Mary Shelley para realizar una versión cinematográfica del monstruo. Fue contratado el director James Whale y la opción obvia para el papel estelar fue nada menos que el famoso actor húngaro Bela Lugosi, quien había cautivado al mundo como el vampiro de la cinta basada en el libro de Bram Stoker. El problema era que Lugosi, toda una estrella tanto en cine como en teatro, no quería interpretar un papel con tan pocos diálogos y donde su rostro apenas se vería con tanto maquillaje, por lo que el director se vio obligado a realizar un casting, al que asistió Karloff.

Nadie esperaba que Frankenstein fuera un gran éxito, y menos aún que Karloff se robara los reflectores.

Escondido tras las gruesas capas de maquillaje, era considerado un actor secundario, tanto que en la primera versión de la cinta su nombre ni siquiera aparecía en los créditos principales –– en su lugar mostraban un signo de interrogación, para fortalecer la idea de que el monstruo cobraba vida de la nada––. El actor tampoco fue invitado a la premier de la película.

“¡Está vivo!”, grita el actor Colin Clive en su papel de doctor Victor Frankenstein en una de las secuencias icónicas de la película. Pero no fue ésa la escena que inmortalizó a Karloff, sino aquella en la que se encuentra a una pequeña niña al borde del lago. Ahí el actor fue capaz de retratar, con un talento único, la soledad, inocencia y fuerza destructiva de un monstruo que no puede evitar su naturaleza.

Al excelente maquillista Jack Pierce le tomaba cuatro horas todos los días caracterizar a Karloff. La máscara que el actor portaba tenía un toque verdoso, del cual se rescatan pocas imágenes, aunque en el blanco y negro del celuloide transmitía una textura que semejaba a la perfección la carne muerta de la que venía la criatura. Karloff no era vanidoso e incluso estuvo de acuerdo en que se agregara una masa sobre sus ojos, porque si éstos parecían muy humanos, se perdería el efecto aterrador.


FRANKENSTEIN CONTRA DRÁCULA

Con Frankenstein, Karloff completó la monstruosa trinidad que le dio años de gloria a la productora Universal y creó una mitología que hasta la fecha sigue viva para el cine de terror. La presencia de Bela Lugosi (Drácula, White Zombie), Lon Chaney Jr. (El hombre lobo) y Boris Karloff abarrotaban las salas de cine en todo el mundo.

Al éxito de Frankenstein siguieron dos secuelas:


  • La novia de Frankenstein (1935, catalogada por muchos como la mejor de la serie).
  • El hijo de Frankenstein (1939).


Pese al éxito del personaje, Karloff decidió no encasillarse y buscó nuevas historias; interpretó con gran éxito a la momia egipcia Imhotep en La momia (1932), donde encarnaba a un antiguo faraón ––con lo que mostraba al mundo su verdadero rostro–– y al cadáver momificado que regresaba del mundo de los muertos.

Pero la prensa no sólo hablaba de sus filmes: la rivalidad entre Karloff y Lugosi acaparaba los titulares de los periódicos y la productora Universal decidió que era tiempo de explotar juntas a sus dos estrellas en una película. El cuervo (1935) fue el título de la cinta en la que Lugosi encarnaba a un científico obsesionado con el escritor Edgar Alla Poe y quien convertía en un monstruo al criminal interpretado por Karloff. En realidad, aunque no eran amigos cercanos, los dos actores sostenían una buena relación; la enemistad era un invento de la prensa amarillista.


EL REGRESO A CASA

En 1933 Boris Karloff, convertido en toda una estrella, viajó a Europa para promover el estreno de su nueva cinta, The Ghoul (conocida en español como El resucitado). El actor no había pisado su país desde que partió en 1909. Preocupado por la reacción de sus hermanos ante su éxito como actor, decidió invitarlos al estreno de la película. Para sorpresa suya, sus familiares aceptaron gustosos, y no sólo lo acompañaron a la función, sino que orgullosos posaron con él para la cámara de los fotógrafos en la alfombra roja y no se cansaron de presumir ante la prensa a su hermano pequeño: la estrella de Hollywood.

Karloff encontró la manera de seguir vigente al paso de los años y de cautivar a nuevas generaciones, como hizo en la cinta de dibujos animados donde prestó su voz al popular personaje Grinch en la cinta Cómo el Grinch se robó la Navidad (1966), y en 1968, en Targets, de Peter Bogdanovich, interpretó a un actor de cintas de terror retirado quien se encontraba con un veterano de guerra transformado en asesino de masas; los horrores de la vida diaria habían superado a los monstruos de las viejas cintas, y el director mostró este contraste.

DESPEDIDA

Boris Karloff viviría su última década en su natal Inglaterra, donde disfrutaría de dos de sus grandes pasiones: la jardinería y su deporte favorito el cricket.

A lo largo de su carrera, en numerosas entrevistas le preguntaron si lamentaba haberse quedado encasillado al interpretar al ‘monstruo de Frankenstein’, a lo que Karloff respondía:

“SIEMPRE ESTARÉ AGRADECIDO, ESE PAPEL ME DIO UNA CARRERA”.

FUENTE: https://www.muyinteresante.com.mx

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