Aunque exista mucha discusión sobre la veracidad de estas figuras, así como sobre sus edades y formas, sin duda representan un curioso misterio en la historia del mundo. Los científicos se dividen en relación a la importancia de este hallazgo como una forma de solucionar algunos rompecabezas históricos y arqueológicos.
Descubrimiento.
En julio de 1945, Waldemar Julsrud, un comerciante alemán de antigüedades; y además arqueólogo, se encontraba en Acámbaro, una zona del estado de Guanajuato, en México. En aquella época Julsrud ya tenía 69 años. 22 años antes, en 1923, Waldemar se convertía en un arqueólogo de renombre cuando reveló al mundo el descubrimiento de una nueva cultura, la Chupicauro, que existió en México entre los años 500 a.C. y 500 d.C.
Waldemar Julsrud recorría sobre un caballo la colina de El Toro, que domina la ciudad, cuando notó algunas piezas de cerámica que emergieron del suelo durante la temporada de lluvias. Al realizar las primeras investigaciones sobre el material encontrado, tuvo la certeza de que se trataba de algún producto obra de los mayas, aztecas o de alguna otra cultura precolombina conocida en México.
Al buscar referencias en los campesinos locales, empezó con un albañil llamado Odilón Tinajero, al que solicitó que le encontrara más piezas, supuestamente sin tener conocimiento de que se trataba de un fantástico descubrimiento que causaría mucha polémica, pues una gran parte de las figuras retrataban a dinosaurios y seres humanos conviviendo juntos. Algunas imágenes incluso muestran a los dinosaurios devorando humanos.
Alrededor de 33,500 piezas fueron descubiertas entre los años 1945 y 1952. Lo más impresionante era que ninguna de estas piezas era exactamente igual a otra, lo que llevó a muchos expertos a creer que no se trataba de las obras de un grupo de artesanos.
Las especies.
Las especies retratadas en las figuras son numerosas, y en su gran mayoría dinosaurios, otras veces mamíferos extintos de diversas épocas. Esto contribuye a que la colección sea aún más enigmática. Incluso un diente del Equus conversidens Owen, un caballo mexicano extinto del Pleistoceno, se encontró entre los objetos, a los que se les agregaron puntas de lanza, flechas y otros objetos indígenas; como vasos, máscaras e ídolos.
Gran parte de las piezas son de cerámica tarasca, un tipo de cerámica propio de la región. Algunas de las piezas de cerámica parecen retratar distintos pueblos y culturas de otras partes del mundo: esquimales, asiáticos, africanos, caucásicos con barba, mongoles, polinesios, y objetos que tenían conexión con los egipcios, sumerios y otros pueblos de la antigüedad. La mayor parte está hecha de arcilla, pero también hay varias piezas de piedra decorada, y algunos artefactos de jade.
También descubrieron grabados con dibujos de réptiles y otros animales. E incluso estatuas humanas de 60 a 120 cm de altura. Pequeñas momias de 15 a 25 cm, y cabezas enormes de hombres y animales.
La parte que más llamaba la atención era la que muestra las escenas de caza de hombres persiguiendo y conviviendo con dinosaurios extintos, según se sabe, extintos desde hace por lo menos 65 millones de años.
Controversia.
El Instituto Smithsoniano no quiso saber nada del tema, simplemente declaró como falsos todos los hallazgos, pese a que se presentaron muchas pruebas en defensa. Muchos habitantes de la región testificaron a favor de Julsrud, asegurando que vieron dónde y cómo las figuras habían sido retiradas, sin que existiera posibilidad de que un artesano las hubiera moldeado o colocado allí, ya que existían vestigios de que habían sido enterradas desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, esto no convenció a los investigadores, quienes elaboraron la versión de que el alemán había sido engañado por los inteligentes campesinos, quienes decidieron tomarle el pelo. Los campesinos lo habrían hecho como una forma de venganza hacía Julsrud, que les pagaba miserias por su trabajo.
Incluso en nuestros días el debate sobre la veracidad de estas piezas es acalorado. Muchos investigadores defienden la veracidad de las piezas, y ridiculizan la hipótesis de que Julsrud haya sido engañado por los locales. Aseguran que producir 33,500 piezas complejas de cerámica sería un tanto exagerado apenas para “tomarle el pelo” a Julsrud.
Los defensores de la veracidad de este hallazgo afirman que muchas de las criaturas extintas representadas en las figuras eran desconocidas por los científicos de la época, esto hace prácticamente imposible la creación de tales representaciones, y peor aún si se supone que fueron hechas por campesinos. Eso sin contar el diente de Equus conversidens Owen encontrado en una de las figuras.
El grupo de expertos que adopta una postura más conservadora respecto al tema, rechaza argumentando que muchas de las representaciones pueden referirse a diversos tipos de animales, y consideran tendenciosas las afirmaciones sobre que determinada figura representa a una determinada especie extinta, pudiendo apenas representar a un animal autóctono. Con relación al diente, bueno, dicen que formó parte de la materia prima por pura coincidencia.
Prueba de carbono-14.
La datación por carbono-14 tenía la intención de poner fin respecto al debate, pero solo terminó acalorando aún más las discusiones.
Los fragmentos de una figura fueron analizados por el Laboratorio de Isótopos Inc. de New Jersey, constatando que la materia orgánica presente databa de entre el 4530 y el 1110 a.C. Pruebas adicionales llevadas a cabo en los laboratorios de la Universidad de Pensilvania, con radiocarbono y a través del método de termoluminiscencia, empleado para fechar cerámica, arrojaron una edad próxima a los 6.5 mil años.
Según algunos expertos, la prueba de carbono-14 no tiene validez ya que está determina fechas para la materia orgánica presente, cosa que no se tiene en las figuras, pero la materia orgánica que las impregna puede quedar allí en cualquier momento, incluso a propósito.
¿Son representaciones de animales extintos? Muchas de las figuras son representaciones extrañas que ilustran hombres con lenguas bifurcadas, mamíferos con cabezas de aves, etc. Julsrud llegó a proponer la hipótesis de que la cerámica es originaria de la Atlántida. Según él, los aztecas eran un pueblo descendiente de Atlántida.
Otras figuras similares a las de Acámbaro fueron localizadas en tumbas en distintas regiones de México; todas se clasificaron como falsificaciones.
FUENTE: http://marcianosmx.com/
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