La parroquia de San Ginés de Madrid está dedicada al mártir romano San Ginés de Arlés (Juan Sardá)
Una de las leyendas más antiguas de la ciudad es la del espectro del anciano del siglo XIV que plantó cara a unos ladrones
Pocas iglesias más antiguas hay en Madrid que la de San Ginés, situada en el número 13 de la calle Arenal, que es la que conecta Sol con la plaza de Ópera. Aunque el edificio actual es del siglo XVII, hay crónicas que aseguran que la condición de lugar sagrado de ese rincón se remonta a los tiempos musulmanes, cuando allí se construyó una mezquita.
Lo que es seguro es que los primeros escritos que hablan de un templo datan del siglo XII, cuando el noble de origen francés Raimundo de Borgoña, yerno del rey, se instaló allí con sus huestes. Esas tropas estaban formadas por borgoñeses y provenzales. Para honrar a sus santos, le dedicaron un templo a San Ginés de Arles, un beato francés del siglo IV que es el patrón de los notarios, secretarios y escribanos.
Curiosamente, el antiquísimo Ginés también murió decapitado, triste final que también esperaría a un anciano en el año 1353 en el templo dedicado a su figura.
Cuenta la historia que entraron unos ladrones a robar joyas, cálices y ornamentos en la iglesia. Entretenidos en su tarea no se dieron cuenta de que había allí un señor muy mayor rezando que en cuanto se apercibió del delito los amenazó con delatarlos si continuaban con el saqueo.
Al parecer, los delincuentes mataron al protestón con especial crueldad y le cortaron la cabeza con tal precisión que ésta quedó a varios metros del suelo en una escena cargada de sangre. El asesinato causó una gran conmoción en la época y el rey juró venganza.
Según quiere la tradición, los fantasmas se pasean por la tierra cuando han dejado una deuda enorme entre los vivos o un asunto importante por solucionar. Al parecer, el espectro del anciano decapitado fue visto por los madrileños de la época varias veces después de su muerte, en lo que se interpretó como un aviso sobre la importancia de resolver el crimen.
Ante la falta de culpables, el rey mandó ejecutar a unos infieles y cuando el fantasma regresó, todos pensaron que el monarca se había equivocado. Casi setecientos años después, el fantasma decapitado sigue siendo una de las leyendas más viejas de la ciudad. Claro que hace tiempo que nadie asegura habérselo cruzado.
FUENTE: https://www.lavanguardia.com
Una de las leyendas más antiguas de la ciudad es la del espectro del anciano del siglo XIV que plantó cara a unos ladrones
Pocas iglesias más antiguas hay en Madrid que la de San Ginés, situada en el número 13 de la calle Arenal, que es la que conecta Sol con la plaza de Ópera. Aunque el edificio actual es del siglo XVII, hay crónicas que aseguran que la condición de lugar sagrado de ese rincón se remonta a los tiempos musulmanes, cuando allí se construyó una mezquita.
Lo que es seguro es que los primeros escritos que hablan de un templo datan del siglo XII, cuando el noble de origen francés Raimundo de Borgoña, yerno del rey, se instaló allí con sus huestes. Esas tropas estaban formadas por borgoñeses y provenzales. Para honrar a sus santos, le dedicaron un templo a San Ginés de Arles, un beato francés del siglo IV que es el patrón de los notarios, secretarios y escribanos.
Curiosamente, el antiquísimo Ginés también murió decapitado, triste final que también esperaría a un anciano en el año 1353 en el templo dedicado a su figura.
Cuenta la historia que entraron unos ladrones a robar joyas, cálices y ornamentos en la iglesia. Entretenidos en su tarea no se dieron cuenta de que había allí un señor muy mayor rezando que en cuanto se apercibió del delito los amenazó con delatarlos si continuaban con el saqueo.
Al parecer, los delincuentes mataron al protestón con especial crueldad y le cortaron la cabeza con tal precisión que ésta quedó a varios metros del suelo en una escena cargada de sangre. El asesinato causó una gran conmoción en la época y el rey juró venganza.
Según quiere la tradición, los fantasmas se pasean por la tierra cuando han dejado una deuda enorme entre los vivos o un asunto importante por solucionar. Al parecer, el espectro del anciano decapitado fue visto por los madrileños de la época varias veces después de su muerte, en lo que se interpretó como un aviso sobre la importancia de resolver el crimen.
Ante la falta de culpables, el rey mandó ejecutar a unos infieles y cuando el fantasma regresó, todos pensaron que el monarca se había equivocado. Casi setecientos años después, el fantasma decapitado sigue siendo una de las leyendas más viejas de la ciudad. Claro que hace tiempo que nadie asegura habérselo cruzado.
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