miércoles, 3 de abril de 2019
Las niñas del panteón del Carmen.
Después de haberme ausentado un tiempo por cuestiones de salud, estoy nuevamente aquí para contarles historias y leyendas de Monterrey, y sus alrededores.
A mi regreso he tenido numerosas invitaciones con familias que tienen algo que compartir, el día de hoy les relato la historia de Vivianita.
La familia Rodríguez, en los años 60 procrearon tres hijos, la más chica llevaba por nombre Viviana. Don Ramiro y Doña Elva, vendían flores cerca del panteón de El Carmen, negocio que era de los padres del señor y que aún conserva la mayor de sus hijas.
La época fuerte del negocio claro está era cuando se aproximaba el día de Los Santos Difuntos, sus hijos eran pequeños, María, Gregorio y Viviana de 10, 8 y 5 años respectivamente.
Don Ramiro tenía mucha amistad con el encargado del panteón, que vivía ahí con su familia, así es que a las seis de la tarde cuando las puertas del camposanto cerraban, se reunían las dos familias para merendar.
Los niños ya estaban acostumbrados a jugar en el cementerio, era tan normal para ellos que no mostraban temor alguno, sus padres les decían que los muertos no hacen daño, que era a los vivos a los que había que temerles.
Una tarde fresca de octubre, Viviana se alejó un poco de los niños, llamando la atención de su hermana María, que la siguió lentamente para no asustarla, se aproximó la niña a una tumba que tenía una casita construida, que se podía ver el interior a través de un cristal, Viviana hacia ademanes como si estuviera platicando con alguien, María se apresuró a acercarse a su hermana, cuando de pronto escuchó risas y llantos a la vez.
Oscureció rápidamente, lo que ocasionó que María perdiera de vista a Viviana, gritándole a su hermana sin recibir respuesta, lo que hizo fue llamar la atención de los adultos, que de inmediato llegaron asustados, preguntándole qué había pasado.
María les contó y empezaron la búsqueda de la pequeña en el cementerio, alumbrando con linternas su camino, cuando de pronto se toparon con una densa neblina que no les permitía ver nada, pero al escuchar la voz de Viviana, se acercaron a la tumba en donde María había perdido de vista a la pequeña.
Y ahí estaba Vivianita, sentada jugando con unas muñecas antiguas y viejas que se encontraban al interior, platicando con alguien que no alcanzaron a distinguir, tocando el vidrio para llamar la atención de la pequeña.
Al darse cuenta la niña que la llamaban trató de salir sin poder lograrlo, Don Ramiro y su amigo, trataron de abrir la puerta que se encontraba con un candado antiguo, mientras Vivianita lloraba desesperada.
Decidió Don Horacio, romper uno de los cristales para sacar a la niña, no comprendieron cómo pudo entrar la pequeña, si la tumba tenía muchos años abandonada y cerrada.
Cuando uno de los ventanales se rompió, un viento fuerte y muy frío se hizo presente en lugar, Don Ramiro sacó a Viviana de la tumba y la llevaron a la casa donde estaban las señoras y el resto de los niños.
Cuando la madre de Vivianita la abrazó, ésta le contó que su amiguita Carmina quería que viviera con ella en su casita, que sus papás ya nunca regresaron y que estaba muy solita, Doña Elva no le contestó nada, pidiéndole a su esposo que se fueran a casa, que se había soltado un frío repentino y que ya no quería hablar más de lo sucedido esa noche.
Pasaron unos días sin que Doña Elva y sus hijos regresaran a su negocio familiar, hasta el Día de Muertos que la carga de trabajo para Don Ramiro era mucha, Vivianita llevó consigo una muñeca para jugar, misma que al regresar a su hogar no llevó, contándole a su mamá que su amiguita se la había pedido porque estaba muy solita, Doña Elva abrazó a su pequeña y no le dijo nada.
A la mañana siguiente le pidió a su esposo que la llevará a la tumba donde habían encontrado a Vivianita, al llegar al lugar se dio cuenta que la muñeca de la nena se encontraba ahí, los nervios se apoderaron de ella cuando sintió que una pequeña le rozo la mejilla, alejándose rápidamente del lugar.
Cuando llegaron a su hogar María los recibió llorando, contándoles que su hermanita no despertaba, que ya la vecina había llamado a una ambulancia, los padres de Vivianita trataron de reanimarla sin éxito, cuando llegaron los paramédicos les indicaron que la niña había fallecido, aparentemente por causas naturales.
Los días siguientes a la muerte de Vivianita fueron muy tristes, la familia viajó a los Estados Unidos para sobrellevar al lado de sus familiares el fatal acontecimiento.
Pasaron dos años cuando decidieron regresar a Monterrey, tristes pero afrontando que la pérdida de su pequeña no podía afectar más de lo que ya estaban sus otros dos hijos, reabrieron su negocio de flores, visitando nuevamente la tumba de Vivianita, que estuvo al cuidado de Don Horacio y su familia en su ausencia.
Cuando estuvieron solos Don Ramiro y Don Horacio, éste le dijo que le contaría algo, pero por favor no se asustara, causando la intriga de su amigo, llevándolo a la tumba donde había comenzado la pesadilla para la familia de Vivianita.
Al estar frente a la puerta, Don Horacio le contó que todas las noches escuchaba a la pequeña Vivianita y a Carmina la niña de la tumba abandonada reír, cantar y hasta las había visto jugar por el cementerio muy contentas, que algunas veces su esposa le dejaba juguetes a Viviana, mismos que al día siguiente aparecían en esa tumba.
Don Ramiro le pidió que no contara nada, que con sólo saber que su pequeñita estaba contenta, donde quiera que estuviera, le daba tranquilidad.
Hoy en día María la hermana mayor de Vivianita, continua con el negocio familiar de venta de flores, quien en compañía de su padre Don Ramiro me contó está historia, menciona que ha escuchado en numerosas ocasiones a clientes que han visto a dos niñas pequeñas jugar entre las tumbas, y ellos saben que es cierto, que se trata de Viviana y su amiguita.
FUENTE: https://www.regiando.com
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