Leyenda de la época colonial de un asesino en serie llamado Don Juan Manuel, quien motivado por celos absurdos y obedeciendo consejos del Diablo acostumbró a matar, sin que nadie lo descubriera, al primer peatón que viera pasar por la calle de su hogar a las once de la noche en punto, con la esperanza de asesinar al supuesto amante de su esposa.
Sin embargo, un día asesinó a un sobrino que quería mucho por no identificarle antes de atacarlo, muy triste y con remordimientos, acudió a un convento franciscano para confesarse con un sacerdote, quien le impuso de penitencia rezar un rosario diario a los pies de la horca de la localidad a las once de la noche en punto durante 3 noches consecutivas.
Don Juan Manuel, apenas pudo rezar uno que no completó en dos noches por escuchar y ver hechos sobrenaturales que auguraban su muerte y lo enmudecieron de terror. El sacerdote le pidió que al menos completara ese rosario en la tercera noche para absolverlo de sus pecados.
Estando otra vez a los pies de la horca a la misma hora de la tercera noche, nadie sabe lo que sucedió, pero a la mañana siguiente el cadáver de Don Juan Manuel apareció ahorcado. Se rumoró que lo hicieron los ángeles, pero también que lo hizo el Diablo. Aunque según otro rumor, no murió sino ingresó a la orden franciscana. Sin embargo, después de los asesinatos la gente temía andar por la calle de su casa a las once de la noche.
FUENTE:http://www.mitos-mexicanos.com/
No hay comentarios :
Publicar un comentario