¿Sabías que antiguamente se creía que las sombras eran el espíritu de una persona muerta?
En épocas remotas, la gente no sólo creía que las sombras eran los espíritus de los muertos, también creían que estas sombras residían en el inframundo; sin embargo, como no todos los espíritus eran necesariamente buenos, algunas de estas sombras podían causar daño en el mundo de los vivos, de ahí que los antiguos celtas comenzaran a utilizar las primeras máscaras que los pusieran a salvo de estos espíritus.
Antiguamente, la gente supersticiosa buscaba en las sombras que proyectaban los troncos que ardían en la chimenea la imagen de una silueta humana sin cabeza. Esto significaba que la persona que la proyectara moriría antes de la próxima víspera de Navidad.
Este era el plazo para los cristianos, pero en épocas anteriores se utilizaron otras fechas celestiales o estacionales. No cabe duda de que las sombras ocupan una parte importante de los miedos relacionados con el cuerpo, ya que su presencia o ausencia, como le sucedía al personaje de ficción Peter Pan, estaba relacionada originariamente con creencias religiosas y paganas.
Resulta curioso también que, las sombras que en la antigüedad se asociaban con la muerte, hoy en día muchas cosas negativas también estén relacionadas con esta falta de luz:
Actualmente la noción de sombra sigue teniendo esta noción de oscuro, tristeza, soledad y muerte; por ejemplo, cuando utilizamos la expresión Mala sombra lo hacemos para referirnos a que alguien tiene la intención de hacer daño o bien, mala suerte.
Las interpretaciones más antiguas del cuerpo y el alma afirmaban que la segunda podía, bajo determinadas circunstancias, abandonar la envoltura carnal y alejarse de camino a la otra vida. También se creía que el alma estaba conectada a las sombras, muchos temían que un ser extraño, como un fantasma, se adueñara de la sombra (y por tanto, del alma).
Una de las circunstancias en las que la persona podía perder el alma sucedía cuando
un vampiro se acercaba por detrás y clavaba la sombra de la víctima en la pared. De este modo, el ente maligno tomaba posesión del cuerpo. Esta situación solo podía solucionarse clavando una estaca en el corazón de la sombra.
La sombra de los difuntos también había que protegerla de posibles infortunios. En la Europa medieval existía la creencia de que, si una persona moría por la noche y si su espíritu -o lo que es lo mismo, su sombra- se alejaba, existía el peligro de que cruzara por una extensión de agua -un río, un lago- y no pudiera llegar a la otra vida. En este caso, la sombra volvía al cuerpo de su dueño Y se convertía en un muerto ambulante, una variedad de vampiro. De ahí nació la costumbre de tapar los barriles que contienen agua de lluvia y el afán de algunos pueblos por construir puentes.
Una leyenda africana dice que los integrantes de algunas tribus evitan atravesar un espacio abierto al mediodía por temor a perder su sombra. No sienten temor por la noche, en la oscuridad, al no ver la sombra, porque creen que de noche todas las sombras reposan en la sombra del gran dios y toman nuevo poder. Tras la “recarga” nocturna, vuelven a aparecer fuertes y grandes por la mañana; es decir, creen que la luz del día se come la sombra en lugar de crearla.
El caso es que a lo largo de los años las sombras seguran fascinando y asustando a partes iguales.
FUENTES: http://lascosasquenuncaexistieron.com/ http://misterios.co/
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