viernes, 19 de enero de 2018

LA BRUJA DE COYOACÁN.


En la Ciudad de México existen muchas leyendas y mitos, historias que sin duda le dan color, cultura y folklore a nuestro país y sobre todo a nuestro espíritu mexicano, el día de hoy contaremos  la bruja de Coyoacán.

La leyenda cuenta que hace ya mucho tiempo al sur de lo que hoy es la Ciudad de México existía una hermosa doncella, que se había casado con el joven más deseado del pueblo. Todos a su al rededor decian que eran la pareja perfecta. Un día un familiar le preguntó al joven:

―¿Qué tal es tu mujer?

―Excelente. Además de bella es una estupenda cocinera. Lo que no me acaba de agradar es que desde que nos casamos me prepara moronga.

Esto extrañó al compadre, quien al día siguiente regresó y le dijo:

―Compadre, no es por chismear, pero a mí me dijeron que es malo comer moronga. Pregúntele a la comadrita el porqué.

Acto seguido, el hombre fue y cuestionó a su mujer:

―Oye, amor, ¿por qué siempre desayunamos moronga?

―Es porque mi padre es dueño del rastro y lo que no se vende nos lo repartimos entre los hijos: a mi hermano mayor le tocan las vísceras, a mi hermana las patas, y a mí la sangre… Por eso.
El hombre quedó complacido con dicha explicación. Sin embargo el compadre se presentó asustado, comentándole que en el pueblo todos sabían que ella era una bruja y que por ello nadie la había desposado.

―Mejor espíela, compadre, espíela… y verá de dónde saca la moronga.


Así lo hizo y tempranito en la mañana antes de que el sol saliera, vio cómo su mujer se levantó y camino hacia la cocina. A través del fogón vio la figura de su esposa, la cual ante sus ojos y sin percatarse de ser vista, se empezó a quitarse la piel y convertirse en una bola de fuego. El hombre quedó impactado, sin habla. Corrió a ver a su compadre y le contó lo que había visto:
―Compadre… compadre… salga rápido por favor.

Gritaba el joven, quien al ver a su compadre sin mediar palabra le tomó del brazo y se lo llevó a su casa. Ahí encontraron la piel de su esposa. El compadre al verla se quedó sin habla, más en un momento de lucidez le dijo: ―Quemémosla, así no podrá regresar y ya no seguirá matando a más niños.

Y así lo hicieron: quemaron la piel de la joven, quien al regresar y no encontrar su piel gritaba enfurecida y al mismo tiempo asustada pues la mañana se acercaba y el sol empezaba a verse en el horizonte. El joven escondido y muy asustado vio cuando los primeros rayos del sol quemaron a su esposa. …y este fue el fin de la nahuala de Coyoacán.

FUENTE: http://mexicofolklore.mx

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