martes, 29 de enero de 2019

El vecino.


Gabriel tenía 25 años, vivía solo en un apartamento promedio en la ciudad, era poco lo que podía permitirse pero era suficiente para vivir y salir adelante. Una noche escuchó gritos e impactos de puñetazos, él estaba preocupado porque desde que se había mudado a ese lugar era el único inquilino de ese piso. Justo a las 12 de la noche alguien tocó la puerta de su apartamento y muy extrañado fue a abrir. Frente a él se encontraba una mujer muy blanca, se veía cansada y tenía un gran golpe en el ojo que le generó un hematoma bastante feo, ella le preguntó si podía quedarse con él, pues su marido le había golpeado y a la mañana siguiente su familia la iría a recoger.

Él no se negó, la hizo pasar y acomodó el sofá para que ella pudiera descansar cómodamente, era lo único que podía ofrecerle y ella no se quejó, solo le agradeció ese pequeño gesto y se fue a acostar. Al día siguiente, cuando Gabriel iba a hacer el desayuno para ambos, notó que la sábana que le había dado a la señora estaba doblada delicadamente y la mujer ya no estaba. No se extrañó, quizás la familia la había buscado muy temprano y ahora ella estaría denunciando a su esposo, sin embargo, ella volvió a aparecer a las 12 de la noche más golpeada que el día anterior.

Todo eso se repitió por una semana completa y ya el chico estaba angustiado, la mujer no le decía nada de su marido, solo se dedicaba a negarse hablar y a descansar en su sofá. La noche anterior los gritos desesperados de la mujer y el estado crítico en el que llegó lo hicieron pensar que pronto el esposo la iba a matar, así que bajó hasta la oficina de seguridad.

Grande fue su sorpresa cuando los vigilantes y vecinos le dijeron que lo que decía era imposible, que esa mujer no podía quedarse en su habitación. Ella había muerto hace más de un año, su esposo la había asesinado.

FUENTE: https://misterio.tv

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