lunes, 16 de septiembre de 2019

Un maniquí con cuerpo humano


En Junio de 1968 una mujer apareció en un hospital vestida con una bata blanca, cubierta totalmente de sangre.

Esto no suele ser algo muy sorprendente si tenemos en cuenta lo que es un hospital, y que por lo general las personas cuando sufren un accidente acuden directamente allí para ser atendidas. Pero hubo algo en concreto que causó que la gente que estaba allí vomitase. De hecho, muchos testigos huyeron aterrados.

El primer detalle escabroso era que la mujer no parecía ser una “humana convencional”. Mas bien se parecía a un maniquí, un maniquí que se movía como un ser humano común y corriente. Su cara era literalmente perfecta, como la de una muñeca, y no tenía cejas.

Desde el momento en el que ella llegó al hospital hasta que las enfermeras la llevaron a una habitación y la limpiaron para prepararla para una sedación, estuvo tranquila y en ningún momento cambió su expresión, o mas bien su falta de expresión. Se mantuvo dócil e inmóvil todo el tiempo, incluso cuando los médicos dijeron que la sedarían hasta que llegase la policía.

Por muchas preguntas que hicieran, la extraña mujer jamás contestaba a nada. El personal del hospital empezaba a sentirse incomodo en su presencia y muy pocos de ellos lograban mirarla a los ojos por mas de unos pocos segundos.

Pero todo cambió en el mismísimo instante en el que intentaron sedarla. Ella se defendió con una fuerza sobre humana, provocando que dos miembros del personal de seguridad tuvieran que sujetarla con fuerza mientras ella se tambaleaba en la cama, siempre con su misma expresión vacía.

De repente, volteó sus ojos, aquellos que no reflejaban ningún tipo de emoción y miró al médico. Ella sonrió.

Al ver aquella escena, una de las enfermeras que estaba allí ayudando a mantener la situación bajo control pegó un grito y la soltó. Los allí presentes pudieron apreciar lo que se medio escondía dentro de la boca de aquella extraña y monstruosa mujer; Tenía unos dientes afilados que parecían espinas, y de hecho mas de uno pensó que no era para nada seguro dejar que aquel extraño engendro estuviera sin amordazar.

El médico le devolvió la mirada, totalmente perturbado por aquella espeluznante visión, y preguntó mas para si mismo que otra cosa, “¿Qué diantres eres?”

Aquella extraña mujer giró su cuello, observando así a todos los presentes de la habitación, hasta que el cuello empezó a partirse. Todos pudieron escuchar el sonido de los huesos romperse.

Huno una larga pausa, un largo silencio… los segundos parecían eternos y aquella mujer todavía seguía sonriendo, con sus dientes afilados y su mirada vacía. Otros miembros de seguridad se habían movilizado para acudir en la ayuda de los que estaban allí, y podía escucharse sus pasos atolondrados acercarse por los pasillos.

Cuando aquella monstruosa cosa los escuchó acercarse, se abalanzó con fuerza hacia el médico, hundiendo sus horribles dientes en la parte delantera de su garganta… con tal agresividad que arrancó su yugular de forma sencilla.

El médico cayó de bruces al suelo y se llevó las manos al cuello mientras jadeaba y pedía auxilio como bien podía. Se estaba ahogando con su propia sangre.

Ella se incorporó en la cama, aprovechando el shock y el terror que había provocado en los allí presentes, y acercó su cara a la del médico, que yacía casi desvanecido en el frío suelo. Se inclinó con calma, incluso con elegancia, y le susurró algo al oído.

“Yo soy Dios…”

Lo último que alcanzó a visualizar aquel medico fue a la mujer acabando con las vidas de los allí presentes, incluidos los hombres de seguridad. Su última visión sería la de verla deleitarse con ellos uno por uno, sin remordimientos, sin piedad.

La enfermera fue la única que sobrevivió, y nunca jamás volvieron a ver a aquel monstruo.

FUENTE: https://www.terrorparanormal.com

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