sábado, 13 de noviembre de 2010

LA PIEDRA FILOSOFAL

 
piedra-filosofal
 
He aquí uno de los mas grandes secretos de la alquimia! La Piedra Filosofal. Según las enseñanzas de los grandes Maestros la piedra filosofal es el culminar de la Gran Obra Alquímica. Pocos fueron los alquimistas que tuvieron la fortuna de contemplarla y de aquellos que lo hicieron, que sea de nuestro conocimiento, apenas uno dejó su testimonio visual de ello.
Muchas personas cultivadas califican la gema hermética como «un cuerpo misterioso» y tienen de ella la opinión de ciertos espagiristas de los siglos VII Y XVII, que la situaban en la categoría de las entidades abstractas, calificadas de no seres o de seres de razón. Informémonos con objeto de tener de este cuerpo desconocido una idea tan próxima como posible de la verdad. Estudiemos las descripciones, raras y demasiado sucintas para nuestro gusto, que nos han dejado algunos filósofos, e veamos lo que, igualmente, dicen de ella sabios personajes y fieles testigos.
Digamos, para empezar, que el término piedra filosofal significa, según la lengua sagrada, piedra que lleva el signo del sol. Ahora bien; este signo solar viene caracterizado por la coloración roja, la cual puede variar de intensidad, como dice Basilio Valentín: «Su color va del rojo encarnado al carmesí, o bien del color de los rubíes al de la granada. En cuanto a su peso, es mucho mayor que lo que corresponde a la cantidad.»
Esto, por lo que se refiere al color y a la densidad. El Cosmopolita, que Louis Figuier cree que es el alquimista conocido bajo el nombre de Sethon, y otros, bajo el de Miguel Sendivogio, nos describe su aspecto translúcido, su forma cristalina y su fusibilidad en este pasaje: «Si se encontrara - dice - nuestro objeto en su último estado de perfección, hecho y compuesto por la Naturaleza, si fuera fusible como la cera o la manteca y su rojez su diafanidad y claridad apareciera en el exterior, sería en verdad nuestra bendita piedra.» Su fusibilidad es tal, en efecto, que todos los autores la han comparado a la de la cera (64º C),
«Se funde a la llama de una candela», repiten. Algunos, por esta razón, le han llegado a dar el nombre de gran cera roja. A estos caracteres físicos, la piedra une poderosas propiedades químicas: el poder de penetración o de ingreso, la absoluta fijeza, la inoxidabilidad que la hace incalcinable, una extremada resistencia al fuego y, por fin, su irreductibilidad y su perfecta indiferencia respecto a agentes químicos.»
Dejemos, pues, de lado estos procedimientos y estas tinturas. Lo que importa sobre todo es tener presente que la piedra filosofal se nos ofrece bajo la forma de un cuerpo cristalino, diáfano, de masa roja y amarillo después de su pulverización, que es denso y muy fusible, aunque fijo a cualquier temperatura, y cuyas cualidades propias lo hacen incisivo, ardiente, penetrante, irreductible e incalcinable. Añadamos que es soluble en el vidrio en fusión, pero se volatiliza instantáneamente cuando se proyecta en un metal fundido. He aquí, reunidas en un solo cuerpo, propiedades fisico-químicas que lo alejan de modo singular de la naturaleza metálica y hacen su origen muy nebuloso. Los maestros del arte nos enseñan que la finalidad de su trabajo es triple. Lo que tratan de realizar en primer lugar es la medicina universal o piedra filosofal propiamente dicha.
Obtenida en forma salina, multiplicada o no, tan sólo es útil para la curación de las enfermedades humanas, la conservación de la salud y el crecimiento de los vegetales. Soluble en todo licor espirituoso, en solución toma el nombre de oro potable (aunque no contenga el menos átomo de oro), porque afecta un magnífico color amarillo. Su valor curativo y la diversidad de su empleo en terapéutica hacen de él un auxiliar precioso en el tratamiento de las afecciones graves e incurables. No ejerce acción alguna sobre los metales, salvo el oro y la plata, con los que se fija y a los que dota de sus propiedades, pero, en consecuencia, no sirve de nada para la transmutación. Sin embargo, si se excede el número limite de sus multiplicaciones, cambia de forma y, en lugar de recobrar el estado sólido y cristalino al enfriarse, permanece fluida como el azogue y absolutamente incoagulable. En la obscuridad, brilla entonces con un resplandor suave, rojo y fosforescente cuyo brillo se mantiene más débil que el de una lamparilla ordinaria. La medicina universal se ha convertido en luz inestinguible, el producto lumínico de esas lámparas perpetuas que algunos autores han señalado que han sido encontradas en algunas sepulturas antiguas…
Finalmente, si se fermenta la medicina universal sólida con oro o plata muy puros, por fusión directa, se obtiene el polvo de proyección, tercera forma de la piedra. Se trata de una masa translúcida, roja o blanca según el metal escogido, pulverizable, apta tan sólo para la trasmutación metálica. Orientada, determinada y especificada en el reino mineral, es inútil y no puede actuar en los otros dos reinos.»
Aquí están pues, las características fisico-químicas que identifican la verdadera piedra filosofal. Lo tenemos dicho y repetido muchas veces en relación a ciertas “medicinas” obtenidas por algunos alquimistas en ciertas vías a (las) que sus autores auto proclamados “adeptos” llaman de medicina universal.







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